Era inevitable que los animales irrumpiesen en la campaña electoral. Y no necesariamente porque en nuestra ciudad haya censados con su correspondiente chip 9.930 perros, sino por cierta propensión al zarpazo y la dentellada de que algunos políticos vayan o no en listas. En el zoo de la cosa pública hay animales de toda raza y ferocidad. Racionales y alimañas etarras. Amantes de quienes son el mejor amigo del hombre. Y de los gatos. O de la boa constrictor, como esa que ha desaparecido en la casa del Ferrol en que la tenían, que ya son ganas de tener un bicho así. También hay candidatos que dicen o hacen animaladas.
En el lenguaje popular, según recoge la muy culta RAE, animalada es “burrada, barbaridad, salvajada”. Ninguna como la pretensión de los filoetarras de presentar en listas municipales del País Vasco a cuarenta y cuatro militantes de su banda criminal, siete de ellos con el agravante elevado a la enésima potencia de tener las manos manchadas de la sangre inocente de aquellos a los que asesinaron. Por más que estos siete han anunciado su renuncia – sin duda mérito de las asociaciones de víctimas, del PP y Vox, así como periodistas decentes, que los hay— los nombres de esos indeseables están impresos en unas papeletas que por eso mismo siguen siendo vomitivas. Esos canallas han dicho que no tomarán posesión de sus actas. Qué menos, carroñeros. 
No todo, por fortuna, en la campaña electoral son noticia las burradas y animaladas, los despropósitos, ni la serie ininterrumpida de falaces  promesas con las que el sanchismo más descarado está tratando de contrarrestar los augurios desfavorables para sus candidatos, excepción hecha de los mimos demoscópicos con que Tezanos contraprograma y trata de levantar la moral de las huestes de Pedro Sánchez, al que le cuadra mejor que a nadie la reflexión de Quevedo: “Nadie promete tanto como el que no va a cumplir”. Porque, además, va a resultar del todo imposible hacer realidad su rumboso “això ho pague jo”, si reparamos en el detalle nada baladí de que la deuda española ya ha superado el billón y medio de euros.
La campaña electoral en Ontinyent está transcurriendo en sus primeros días sin crispación alguna merecedora de tener reflejo periodístico. Y ojalá siga así hasta el día 28. La mejor prueba de esa serenidad  fue el debate organizado por LOCLAR y ofrecido por Comarcal TV el pasado lunes, primero de los celebrados en nuestra ciudad, y en el que tomaron parte los seis candidatos a la Alcaldía. El Círculo Industrial y Agrícola, convertido en plató para la grabación televisiva, fue el escenario en el que los alcaldables hablaron, discreparon, opinaron y debatieron con recíproco respeto, sin avasallamientos verbales ni descalificaciones personales. Mérito de cada uno de los intervinientes, sin duda, pero también de la pericia con que María Reig dirigió y moderó el debate.
Si he comenzado hablando de animales y animaladas, no quisiera terminar sin hacer mención  de la propuesta hecha por el candidato de EU Jordi Sebastià Vicente, como cierre de su intervención, la de hacer un cementerio para mascotas en Ontinyent. A algunos le parecerá una ocurrencia disparatada, una chorrada, pero no faltarán quienes la verán con simpatía. Lo que menos podíamos imaginar es que pasadas muy pocas horas desde  que un animalista convencido como es Jordi, que se manifestó sin ambages en contra del bou, la lanzase  fuese el alcalde de Valencia, Joan Ribó, candidato por Compromís, quien le vampirizase la idea e hiciese suya su promesa de un cementerio para mascotas en el cap i casal.
Que la campaña siga transcurriendo en paz es menester.