Los temores del presidente del Consell, Ximo Puig, que seguramente fueron los que determinaron su ausencia anteayer miércoles de la asamblea de Ateval, en la que Pepe Serna fue elegido como nuevo presidente, no estaban justificados. Tenía que haberse enterado más y mejor. El empresariado ontinyentí y de las comarcas centrales es respetuoso con la autoridad competente. O no tan competente. Puede que incluso demasiado condescendiente.  Nada debía temer el honorable President y si que debió ser importante el compromiso que le impidió estar al lado del empresariado  valenciano en día tan señalado. 
La prueba de la paciencia y bonhomía de nuestros principales agentes económicos la pudo constatar en sus propias carnes el conseller de Economía Sostenible y dos huevos duros, Rafael Climent, que se largó un discurso redactado por su gabinete en el que reprodujo todos los tópicos que en él suelen ser habituales: Apuesta por la innovación y la tecnologías más avanzadas;  puesta en valor del producto propio, apoyo al emprendedurismo innato en los empresarios de nuestra tierra y alguna que otra perla cultivada del mismo estilo. Citó también algunos proyectos y subvenciones  trufados de buenos propósitos que llevan la firma de su consellería pero de los que no se tiene constancia real por estos pagos, ni nuestros empresarios han visto un euro. O sea mucha parole, parole, parole que cantaban a dúo Mina Mazzini y Alberto Lupo, pero de forment ni un grà.  
Rafael Climent, ex alcalde de Muro, profesor de griego y ahora conseller, hubiese quedado mucho mejor si se hubiese dignado a explicar – tarea por lo demás harto complicada y puede que él no esté capacitado para hacerlo— cómo el president Puig le birló ante sus narices los 32 millones de euros que estaban presupuestados por el Consell para ayudas a las pymes valencianas y que se fueron para cubrir otras urgentes necesidades de tesorería, como si no fuera urgente apoyar a nuestras empresas. Manda huevos que el conseller, al que sólo se le han escuchado  buenas palabras y ninguna ayuda al clúster del textil sanitario aquí engendrado, hable de dar su apoyo a otro clúster, el de la sanidad que, si tiene que ser realidad por el apoyo institucional, acabará siendo también parole, parole, parole.
Bonhomía y paciencia empresarial que no se tradujo ni en un mal gesto ni una palabra airada contra un representante del Gobierno, que además ostentaba la representación de Ximo Puig como el propio Climent se encargó de manifestar en su discurso. Porque la mayoría de los asistentes ya tenían conocimiento que el Consell –o sea, el gobierno valenciano—había decidido contratar la adquisición de cuatro millones y medio de mascarillas a Oiarso Sociedad Cooperativa, que forma parte de la vasca Corporación Mondragón, a despecho del trabajo, innovación, esfuerzo e inversión puestos de manifiesto por los empresarios de Ontinyent, Vall d’Albaida y Comarcas Centrales, que una vez más y ante la urgente necesidad de abastecer un mercado necesitado de estas prendas sanitarias o higiénicas se pusieron las pilas, se jugaron los cuartos, aliviaron los ERTES … y están fabricando a diario por miles de mascarillas.
El gobierno valenciano –¡¡viva la autonomía, coño!!—en vez de comprarlas a nuestro paisanos que las hacen, y las hacen mejor que nadie, decide que la compra millonaria sea para el grupo vasco Mondragón. Como para mear y no echar gota, que diría aquel.
A una de las muchas sociedades y empresas que forman el grupo Mondragón, como lo es Oiarso, se le ha venido a aparecer Pedro Sánchez (sólo o en compañía de Pablo Iglesias y Salvador Illa) reencarnado  en el popular personaje del olentzero, figura de la mitología vasca que hace regalos a los niños por Navidad. Porque el presidente del Gobierno procuró a favor de la cooperativa vasca facilitándole a través del ICO un préstamo de cinco millones de euros. Y ahora, en plena pandemia de atorrante calor y con algún que otro rebrote maldito del coronavirus, sabemos que quien también se ha vestido de olentzero ha sido el presidente Ximo Puig, dadivoso como ha estado con el mismo grupo que subvencionó Sánchez, al hacerle un encargo  que con muchos más merecimientos, más allá del paisanaje, se merecían las empresas de nuestra ciudad y comarca.
Por lo demás, la asamblea de Ateval transcurrió con la templanza y sin los acaloramientos que alguien intentó sin éxito contagiar. La elección de Pepe Serna como nuevo presidente, buen conocedor de la casa como secretario general durante muchos años y al que le deseo los mayores éxitos, asegura el éxito tomando el relevo a Càndid Penalba.