Jorge Rodríguez no acaba de ver el beneficio económico de cerrar las diputaciones. El presidente de la Diputació de València y alcalde de Ontinyent insistió en esta idea durante su participación en el ciclo ‘Valencianos Relevantes’ del Ateneo Mercantil, donde respondió a las preguntas del escritor y profesor Ricardo Bellveser y el directivo del Ateneo Vicente Bosch, ante diputados y responsables provinciales y alcaldes y alcaldesas de las comarcas valencianas.
“No queremos desmontar la Diputación sino reordenar sus competencias”, aseguró Rodríguez, que instó a la sociedad a ser prágmática con unas instituciones que no pueden desaparecer “sin una compleja reforma constitucional poco probable en este momento político”, pero sí convertirse en “un eficaz instrumento municipalista que se alimenta de la visión arraigada del territorio de quienes la formamos, alcaldes y concejales acostumbrados a estar en la trinchera”.
En ese momento del coloquio, Bellveser tenía claro que acabar con las diputaciones es cuanto menos “poco progresista”, y entonces retrocedió al origen, al nacimiento de estos entes supramunicipales con la ‘Pepa’ de 1812, “una muestra de modernización en la administración pública”. La imagen actual de las diputaciones, en opinión de Rodríguez, empezó a gestarse con la Carta Magna de 1978, con la que estos entes “quedaron en tierra de nadie y asumieron poco a poco lo que otras instituciones no querían asumir”.
El presidente de la corporación valenciana considera que esta deriva competencial, unida a que “los ex presidentes de las tres diputaciones de la Comunitat, Carlos Fabra, José Joaquín Ripoll y Alfonso Rus, no se caracterizaron por su buena gestión, y a que los principales clientes de estas corporaciones son los alcaldes y alcaldesas, hace que a menudo las diputaciones aparezcan como el gran problema que tiene este país”. “Ojalá fuera este el problema y cerrándolas se acabara, pero volvemos a caer en el debate miope que no debe apartarnos de nuestro camino, que pasa porque las diputaciones sean útiles mientras existan”.
Jorge Rodríguez admite que no fue fácil gestionar la hipoteca reputacional que encontró al llegar a la Diputació. “Había varios departamentos y uno más que era la UCO, en un momento en el que se necesitaban más artificieros que gestores”, recuerda el presidente. Pero “no debemos confundir el vehículo con sus conductores, por eso tuvimos claro desde el principio que esta institución es una herramienta imprescindible para garantizar los servicios básicos a quienes hemos decidido no vivir en grandes ciudades, y que así debíamos gestionarla reforzando la autonomía de los municipios, mientras no haya otro ente que se encargue de hacerlo”.

El alcalde de Ontinyent y responsable provincial no ve el beneficio económico que algunos suponen con un hipotético cierre de las diputaciones. Frente al discurso de los que dan por amortizados estos entes supramunicipales, Rodríguez dirige una institución volcada con los municipios y las comarcas, colaboradora y no frentista e implicada con la Igualdad. “Hemos duplicado las transferencias directas a los ayuntamientos, compartiendo proyectos con la Generalitat cuando ha sido necesario para llegar a más personas y reordenando progresivamente nuestras competencias, lo que no significa desmantelar sino hacer transferencias puntuales en ámbitos que no están directamente vinculados al municipalismo”.
 
Democratizar el arte
En un momento de la charla irrumpió el patrimonio cultural de la Diputació, que Rodríguez no ha dudado en compartir con las valencianas y valencianos. “La primera vez que vi el Sorolla y el Miró que colgaban de las paredes del despacho de Presidencia pensé que eran copias. Acostumbrado a tener el despacho de Alcaldía la foto del campanario de Ontinyent, me impactó saber que estas obras eran originales, como otras 4.000 piezas almacenadas que hemos querido ir compartiendo con las vecinas y vecinos de nuestros municipios con la idea de democratizar el arte”.
Esta iniciativa se conoce como ‘Memòria de la Modernitat’ y es uno de los proyectos más ambiciosos de la legislatura; una muestra itinerante con obras de Sorolla, Pinazo, Carmen Calvo, Miquel Navarro y Equipo Crónica, entre otros, que ha cosechado ya más de 30.000 visitas en Requena, Alzira y Gandia, donde puede visitarse hasta final del verano.
Esta democratización del arte; la dotación económica para activar el primer plan de Igualdad en la historia de la Diputació; la promoción económica y la generación de empleo, a través de planes como el IFS, que generó solo en su primera edición 1.200 puestos de trabajo a tiempo completo y año; y la transparencia de una gestión eficaz de los recursos públicos, que ha conseguido incrementar las ayudas a los municipios reduciendo la deuda, son los principales logros de la Diputació que preside Rodríguez.
Un Jorge Rodríguez que en buena parte ha utilizado, en estos tres años de gobierno provincial, la fórmula que le ha llevado a ser alcalde de Ontinyent en los últimos 7 años, en los que ha recibido el respaldo de una mayoría amplia de sus vecinas y vecinos tras promover una diversificación industrial, avanzar hacia el sector servicios, impulsar la participación ciudadana, apostar por la tecnología y la innovación y ampliar la oferta universitaria en la capital de la Vall d’Albaida.
Hasta aquí el coloquio del Ateneo que sirvió para conocer un poco mejor al alcalde de Ontinyent y actual presidente de la Diputació de València, un licenciado en Ciencias Políticas por la UMH que “picoteó en Medicina” y que antes de terminar la carrera ya era concejal en su ayuntamiento. “Mi padre solía preguntarme para qué servía la carrera de política cuando iba a ser médico”, confesó Jorge Rodríguez ante un aforo municipalista.