“Extraño país es el nuestro en el que es más fácil otorgar un indulto colectivo (siendo como es una medida de gracia individual) a una colla de insurrectos que vacunar contra el coronavirus a los miembros (de momento Irene Montero no exige que también haya miembras) de la Selección Española de Fútbol que se dispone –con permiso del virus—a disputar la Eurocopa.
Quien preside el Gobierno de España en estos últimos tres años es un personaje que ha conseguido agotar en ese trienio la capacidad de pasmo y asombro de la ciudadanía. Ningún dirigente desde los tiempos de Fernando VII, que iba del absolutismo al liberalismo como el que cambia de casaca, ha tenido la desvergüenza de variar de opinión con la facilidad – y no poca felicidad—con que lo hace Sánchez con tal de poder mantenerse en La Moncloa y disponer del Falcon hasta para una micción.
El depuesto por condenado presidente de la Generalidad de Cataluña Quim Torra, estando todavía en el cargo hizo este retrato de Pedro Sánchez, diciendo que “de verdad es un presidente que quiere ser presidente y que no tiene ningún problema en aliarse con quien sea, cambiar las políticas que sean, hacer que aparezca una mesa de negociación por aquí, una reforma de sedición por allá. Le es igual para poder continuar siendo presidente. No se… puede que sea la idea que él tiene de la resistencia.  ¿No? Pero yo… yo soy de la teoría de que tienes unos ideales y los defiendes y que vas en una línea recta. No me he encontrado con una persona con más curvas como las del presidente Sánchez. Es que ha sido brutal estos dos años viéndole así, como un prestidigitador que va haciendo pequeños juegos de manos ante nosotros para continuar siendo el presidente…”.
Son tantas las declaraciones hechas por Pedro Sánchez acatando la sentencia del Tribunal Supremo, posicionándose en contra del indulto, y de la reforma penal para suavizar el delito de sedición, que su radical cambio a favor de hacer todo lo contrario, y de hacerlo cuanto antes mejor,  debería ser motivo de sonrojo para cualquier otro que no fuese el retratado por Torra.
Las manifestaciones del propio Sánchez, que  estos días circulan con profusión por las redes, y se envían y reenvían como argumento de apoyo o de rechazo al indulto que el presidente tiene más que decidido otorgar para asegurarse la continuidad en el cargo ponen de relieve lo muy contradictorias que son. A cualquier otro le dejarían en evidencia. O le deberían dejar, porque con el mismo desparpajo que hace una afirmación dirá lo contrario. No es el caso de Pedro Sánchez, que ya nos tiene demostrado que tanto le da ocho que ochenta.
Entrevistado por Carlos Alsina en Onda Cero el presidente del Gobierno dijo con cierto engolamiento y prosopopeya: “Una vez conocida la sentencia el debate del indulto cae por su propio peso. En primer lugar, por la fijación de posición  que yo hice cuando se conoció la sentencia del Tribunal Supremo. En segundo lugar, porque  hasta por los propios líderes independentistas han dicho que no quieren el indulto, algunos incluso con frases muy gruesas como usted sabe”. “Esto es un no”, le dice Alsina. Y el periodista lo remarca recordándole al presidente sus propias palabras “…que no promoverá ninguna reforma legal para hacer imposible que pueda ser indultado un condenado por sedición”. El presidente responde con la solemnidad con que se adorna cuando habla y pontifica ex cátedra: “Yo creo que podemos plantear debates mucho más constructivos. El debate del indulto es que no está encima de la mesa ni porque el gobierno lo ha planteado y ni siquiera los independentistas lo quieren”. 
Donde dijo dije Sánchez dice ahora lo que más le conviene. Pone en la coctelera el indulto como antídoto de la venganza y la revancha; la concordia como vacuna contra la sedición. Lo agita y lo sirve acompañado de unos cacahuetes. El gobierno en pleno y la bancada socialista elogian la visión de Sánchez el pacificador. Sus corifeos repiten el mensaje indultador. La bancada periodística se apresura a no ser menos y eleva el histriónico elogio al paroxismo. Junqueras –mucho más gordo de cuando entró a media pensión en la cárcel de Lledoners— dice que renuncia a la unilateralidad independentista y aquí los hay con alma de cántaro que creen que el problema catalán ya lo tiene encauzado Sánchez con todo lo que ello supone de insulto a la memoria e historia pasada, presente y futura.