Pasadas las Fallas, fiesta genuinamente valenciana, el calendario nos acerca a las fiestas de Moros y Cristianos que ya tuvieron en febrero y en Bocairent su prólogo por San Blas. Las de Agullent ya están aquí, en este mismo fin de semana, dedicadas a san Vicente FerrerBanyeres de Mariola y Alcoy, poblaciones que figuran entre las fundacionales de estas fiestas tan nuestras y exclusivas de nuestra Comunidad, se disponen a celebrarlas en honor de San Jorge.
Es aquí, en la Comunidad Valenciana, donde la fiesta de los Moros y Cristianos tomaron forma y desde donde se expandieron por el sur de Valencia y norte de Alicante, superando los límites del Antiguo Reino de Valencia para llegar a algunos municipios de Murcia y Albacete. 
Considerar las Fallas y los Moros y Cristianos como fiestas catalanas es, como poco y dicho con cursi e innecesaria elegancia, una apropiación indebida. Anunciarlo propagandísticamente como fiestas propias de los países catalanes es embuste por partida doble. Sobre todo por ese empecinamiento en lo de los países. Pero, ¿qué si no descarada rapiña es el reiterado propósito de la Generalitat catalana— al capdavant— secundada en su propósito trincador por diputaciones, ayuntamientos, universidades, omniums y medios de comunicación, de convertir en catalanas y hacer suya nuestra lengua, cultura, gastronomía, arte, literatura, fiestas y costumbres?
El Institut Ramón Llull (que dice ser el organismo responsable de la proyección internacional de la lengua y cultura catalanas) mantiene en sus páginas que las Fallas forman parte de la “cultura catalana, singular i universal”, incluyendo también en tan falso epígrafe a la fiesta de los Moros y Cristianos. Que el tal institut, un consorcio creado por los gobiernos catalán y balear y los ayuntamientos de Barcelona y Palma de Mallorca, se apropie de nuestras Fallas y de los Moros y Cristianos es desvergonzado propósito. Y su tesis,  idéntica a las mantenidas por organismos, entidades y sociedades tanto públicas como privadas, aleccionadas y generosamente subvencionadas para hacer apostolado catalanista. Lo más grave, siéndolo y mucho, no es que reciban tantas ayudas de corporaciones y empresas catalanas sino que también la Generalitat, pero en este caso la valenciana, presidida por Ximo Puig, contribuya a engrosar y engrasar la maquinaria de propaganda del Institut Ramón Llull con 800.000 mil euros, todos ellos dignos de mejor destino. Y que el Ayuntamiento de Valencia, el que con más arte y  contundencia debería posicionarse en defensa de la valencianía de las Fallas, también subvencione con generosidad al Ramón Llull, resulta grotesco y prevaricador.
A los ciudadanos catalanes que se han dejado embaucar por el magisterio anexionador de arrebatacapas impartido en las aulas, pantallas y medios de comunicación, hasta el punto de que apropiarse de lo ajeno con total impunidad y descaro ya no consideran que sea un delito, no debió parecerles extraño que quien fue su ex honorable president, Jordi Pujol, hiciese una considerable fortuna –puesta a buen recaudo en Andorra-- a base de un  tres per cent por aquí, por allá y acullá. También sus siete hijos, siguiendo las cleptómanas lecciones paternas, se dedicaron a hacer lo mismo.
De aquel lema/consigna con que se pintarrajearon muros y paredes de “Espanya ens roba”, los catalanes decentes, y que no se han dejado  manipular ni engañar por las consignas separatistas, reconocen que quien más les ha robado ha sido Pujol y su prole.  
El Institut de marras podrá decir lo que quiera y consintamos, pero quien quiera ver fiestas de Moros y Cristianos y Fallas, tendrá que venir a nuestra tierra. Alguna voz deberíamos levantar desde aquí denunciando el atraco. Y tomando unos versos de Raimon decir “no, nosaltres no som d’eixe món”.