No es fácil resistir la tentación y no echar mano del refranero. Y  escribir aquello de que “a todo cerdo le llega su San Martín”, pensando en el difícil momento actual en que se halla José Luis Ábalos. Qué diferencia su situación actual, presionado por los suyos para que doble la rodilla y deje su acta como diputado, con su etapa de vinos y rosas (y algún que otro güisqui) siendo ministro de Fomento (que pasaría a ser de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana) y secretario de organización del Partido Socialista.  Su poder era omnímodo por expresa delegación de Pedro Sánchez, agradecido por todo lo que le apoyó para que llegase a la secretaría general del PSOE.
Cuando se produjo la detención de Jorge Rodríguez, alcalde de Ontinyent y presidente de la Diputación de Valencia (junio de 2018), se vio a  un José Luis  Ábalos repantigado en un sillón del Senado durante una comparecencia. Declaró desconocer las razones de la detención, pero recalcó que Jorge Rodríguez “no estaba en condiciones de continuar”, sin más razón que no fuese “la aparatosidad” de su detención. 

Si en aquella ocasión la dirección del Partido Socialista incumplió de modo flagrante sus estatutos con Jorge Rodríguez (estatutos que indican que no se dimite ni se destituye hasta que no se dicte auto de procesamiento), también ahora se le  exigía a Ábalos que renunciase como diputado sin ni siquiera aparecer citado –de momento, tiempo al tiempo— en las primeras diligencias que instruye el magistrado de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno. 

Por tanto, si aquella “aparatosidad” –de lo más ridícula, exagerada y del todo desproporcionada— sufrida por Jorge Rodríguez fue para Ábalos razón para ser defenestrado –lo que su partido hizo ipso facto, remember Rebeca -- la misma receta que con nuestro alcalde debería haberse aplicado el propio Ábalos  a la vista de lo ocurrido con Koldo García al que nombró como su asesor a la par fue mayordomo, lacayo, guardaespaldas, y hasta portamaletas  de Delcy Rodríguez y…

Conocer el currículum de Koldo García provoca, con razón sobrada, estupefacción y pasmo. Y nos preguntamos cómo es posible que un personaje con esa biografía, y sus antecedentes profesionales y personales, puede convertirse en asesor de un ministro. Y que desde ese trampolín se llegue a consejero de Puertos del Estado y Renfe. ¡Cuántos nombramientos se han efectuado tomando en vano el nombre de asesor!
Tampoco iba sobrado Ábalos de méritos académicos para ser ministro, pero al menos, sacó la carrera de Magisterio. Otros, otras y otres compañeros, compañeras y compañeres que han acabado en la mesa del consejo de ministros, tienen muy menor cualificación que la del repudiado Ábalos. Si se sentaron en ella fue porque Pablo Iglesias se lo impuso a Sánchez invalidando la pomposa declaración de este –una más de tantas otros embustes -- cuando afirmó que nunca pactaría con Iglesias para no padecer insomnio, del mismo modo que en el último gobierno tuvo que aceptar los nombres que le exigía Yolanda Díaz.
 
Quien ha decidido aguantar pensando en Cela, que dijo que en España el que resiste, gana, no debería hacerse excesivas ilusiones. El ya ex casi todo que es José Luis Ábalos, no dejará sentir en su cogote el fétido aliento de quien lo encumbró y le dio tanto poder. Pedro Sánchez no dudará en poner en marcha todos los mecanismos del Estado –fiscalía incluida, que por algo depende de él -- para tratar de tumbar la roqueña resistencia de quien ha tenido la osadía de oponerse a sus designios. 
El todavía presidente del Gobierno, más allá de la furia y enfado porque Ábalos no le haya hecho caso, cuenta con la ventaja de que a la hora de votar de modo decisivo --tan decisivo como  que esté en juego la continuidad su permanencia en La Moncloa-- contará con el voto del repudiado, que no planteará un jaque mate, porque si tal ocurriese sabría que se le habría terminado seguir como diputado. Y sin opción alguna de figurar en ninguna futura candidatura al Congreso.  

Llegados a este punto del “caso Ábalos” conviene hacer memoria y desentrañar algunas historias que tienen que ver con el atrabiliario personaje, y que de modo algo más que colateral afectaron en su día a Jorge Rodríguez. Una historia que debe ser conocida sitúa a Ábalos pidiendo al presidente de la Diputación que diese trabajo como asesora a una periodista. Petición que no fue atendida. A partir de ese momento, la inquina personal de Ábalos contra Jorge Rodríguez se tradujo en maniobras orquestales en la obscuridad. 
Urdida que fue la patraña en las andronas*, una perversa combinación de circunstancias protagonizadas por las enfrentadas familias del socialismo valenciano, momentáneamente cohesionadas para desalojar de la presidencia de la Diputación a aquel joven dirigente de pueblo que no pertenecía a ninguno de aquellos clanes, dio como resultado “la aparatosidad” de su detención del todo injustificada, tal como terminaría sentenciando el tribunal que juzgó el llamado “caso Alquería”. Ábalos está muy cerca del KO, por muy locuaz que estuviese su rueda de prensa del pasado martes, lo que contrasta con el OK que la justicia y la ciudadanía de Ontinyent han dado de modo repetido a Jorge Rodríguez. 

* Localismo de uso común en Ontinyent, sinónimo de claveguera o albelló, para referirse a las conducciones subterráneas por las que transcurren los vertidos de aguas sucias.