“Léelas y me das tú opinión”. Luis Espí me dio un pendrive y me dijo de qué se trataba. Le agradecí muy sinceramente la confianza que ello suponía. Y al poco rato de dejarle en el retiro de su casa en las afueras de su Agullent natal, me senté delante de la pantalla del ordenador. Tenía curiosidad y prisa  por leer  los recuerdos de los que me hacía partícipe el que fuera fundador de la parroquia de San Rafael. Y que los había escrito haciendo un ejercicio de memoria, introspección y repaso vital de una existencia que, quienes le conocimos y estimábamos, sabíamos marcada por una irrenunciable vocación hacia el compromiso social y humano, según el Evangelio de Jesucristo.

Aquellas memorias, según iba leyendo, eran retazos biográficos, más intensos que extensos, redactadas en primera persona por quien se había mantenido fiel a lo largo de toda su vida al compromiso sacerdotal, que se  había iniciado cuando a los 14 años se fue al seminario. Cuando nos volvimos a ver, poco tiempo después, le comenté lo que me habían parecido, un ejercicio sincero, que también era testimonio de una época vivida intensamente, en el más de medio siglo desde que llegó a Ontinyent. Primero, comprometido como consiliario de los movimientos cristianos del mundo laboral. Después, en hacer realidad su empeño de crear una parroquia en un nuevo barrio, que iba creciendo a ojos vista desde la otra orilla del río Clariano.

No le fue fácil a Luis Espí desarrollar su trabajo en sus primeros años, y casi diría que siempre. Encaraba su magisterio, sin más guía que el Evangelio. Leído, eso sí, con una mirada distinta a la de una iglesia  que le costaba divorciarse de los efectos y afectos de un concordato, el suscrito por la Santa Sede con el Régimen de Franco, que en no pocos momentos fue concubinato.  

En estas que hemos titulado como Memorias y recuerdos de Luis Espí, está lo más mollar de lo escrito que me entregó y por el que me pedía opinión. Se la di y muy sincera. Que me parecía reflejo de una vida y un tiempo, que no podía ni debía quedar guardada en una carpeta sobre la que se posase el polvo del olvido. Que su publicación reforzaría el aprecio y estima de quienes le conocieron y siguieron, tanto en su etapa como consiliario de la JOC, como sacerdote, párroco y referente social de un barrio que, con no poco de su empeño e impulso personal, creció y fue dotándose de unos servicios que tardaron en llegar mucho más de lo que en justicia y censo le correspondía. 
Y que también permitiría a quienes por recelos o insidias, que también las sufrió, descubrir el verdadero pensamiento de Luis Espí Albert, etiquetado a veces con una militancia a la que fue invitado a sumarse en más de una ocasión y que siempre rechazó, tal como él mismo relata minuciosamente, porque su guía había sido, y así lo reiteraba, el Evangelio.
En las páginas que LOCLAR comienza a publicar a partir de esta misma edición y a lo largo de otras diez semanas, once con la de hoy, se reproduce una amplia selección de los textos redactados por Luis Espí. Hemos respetado minuciosamente, al pie de la letra, lo que dejó redactado, unas memorias cuyo texto acompañaba numerosos documentos gráficos y escritos de todo lo que hacía referencia en ellas.

Unas memorias que merecen ser publicadas en libro, propósito en el que me atrevo a sugerir deberían implicarse instituciones y corporaciones, pienso en los ayuntamientos de Ontinyent y Agullent, la Mancomunitat de Municipis de la Vall d’Albaida, La Nostra Terra y cómo no, la parroquia de San Rafael, encomendando tal cometido al estudioso o historiador que las sepa editar con pericia y conocimiento, incorporando los documentos que menciona el propio Luis Espí. 

Y si bien en las primeras líneas de lo que hoy se publica en LOCLAR como sus Memorias y Recuerdos, ya quedan reflejadas sus dudas  sobre la conveniencia de darlas a conocer, me acabó aceptando, una vez le di mi parecer, que sí debían publicarse. Lo lógico, le dije, cuando se escribe un relato autobiográfico es que sea leído. Los que conoció y le conocieron, así como testimonio para los que vengan. 

Y, sobre todo, como es su caso, cuando no hay necesidad de justificar su biografía, que unos tendrán el gusto de recordar, y otros de lamentar por haber desaprovechado la posibilidad de conocerle. Como persona, sacerdote, amigo, vecino, siempre comprometido con aquellas causas que consideraba debía implicarse para mejorar la vida de los más necesitados. Por todo eso, gracias Luis Espí Albert, por tu ejemplo y testimonio tan consecuente como lo fue tu vida.