Investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia se han fijado en el Meló d’Or, cultivado en tierras ontinyentinas, por la singularidad de su cultivo; unas técnicas naturales que lo hacen único. 
Si ya ocurrió con los tomates de ‘El Perelló’, que también han sido estudiados por la UPV y están considerados el “caviar” de la Ribera Baixa, el Meló d’Or pretende hacer lo propio y convertirse en la joya de la corona en cuanto a melón se refiere. Así lo explican desde la Cooperativa de Ontinyent, que indica que los investigadores están analizando la semilla y el terreno para que los agricultores puedan sacar el máximo rendimiento. Así, por ejemplo, el Meló d’Or es un producto que se cultiva sin riego, pero este año los productores han plantado unas 25 plantas con gotero cada uno para que los investigadores puedan observar cómo se comporta esta planta en estos casos. El objetivo de estas investigaciones es, sobre todo, “mejorar la semilla y cómo se adapta ésta a cada terreno”, explican. El Meló d’Or es un cultivo que data del siglo XV, que se recuperó en 2012. La semilla sigue siendo la misma, pero el cambio climático y la evolución del terreno podrían hacer necesaria una adaptación de ésta. 
Además de poder mejorar en el producto, la investigación supone dar un paso más en la imagen de marca del Meló, “para dotarlo de un prestigio avalado por la UPV y tener una patente que sea exclusiva de Ontinyent”, señalan. 
Este año se han sumado dos nuevos jóvenes productores, de tal manera que en esta campaña serán un total de cinco. Ha sido, en general, un año bueno para este cultivo, según señala Vicent Tolsà, desde la Cooperativa. “Teníamos miedo por la falta de lluvias del invierno, pero finalmente en abril tuvimos una lluvia muy buena que posibilita llevar adelante el Meló d’Or”, señala. Este producto necesita tanto la humedad del invierno como de la primavera. La previsión es que la cosecha sea mejor que la anterior, pero por delante queda un mes “peligroso”, por las temidas tormentas de verano que pueden echarla a perder. 
Si bien, cabe recordar el pedrisco en 2013 que diezmó la cosecha hasta dejarla en 8.000 kilos de los cerca de 50.000 que se esperaban. En 2014 fue una intensa sequía la que afectó al cultivo, quedando en 10.170 kilos. El año 2015 fue el mejor y se recogieron cerca de 25.000 kilos gracias a una meteorología favorable. En 2016 la producción se resintió mucho por una plaga de conejos y una enfermedad de la planta y se quedó en 4.700 kilos, en 2017 la cifra fue de 13.700; y en 2018 de 5.733 kg.