Todos Vientos, o ‘Tots Vents’ como se conoce en los últimos años, es un albergue ampliamente conocido en Ontinyent y en otras localidades. Ubicado en plena naturaleza, se encuentra a poca distancia de la ciudad y muy cerca de la ermita de Sant Esteve. 
Estas instalaciones acumulan muchos recuerdos y anécdotas, ya que son muchos los grupos, movimientos, parroquias, colegios, escuelas de música o asociaciones de distintas localidades las que han disfrutado de estas instalaciones a lo largo de estos años. 
El albergue es propiedad del Instituto secular Obreras de la Cruz (organización de mujeres consagradas seculares que impulsa la formación cristiana y laboral de la mujer, entre otros aspectos), gracias a una donación particular. Aunque estas instalaciones ya funcionaban antes de la donación para acoger acciones parroquiales o campamentos, fue a partir de 2007 cuando empezaron a funcionar bajo la titularidad del Instituto. 
En estos últimos años, el número de acampados ha ido subiendo progresivamente. Así, en 2016, entre campamentos, convivencias, juniors, scouts, colegios, grupos de familias, fueron 1.808 las personas que pasaron por el albergue; en 2017, la cifra aumentó a 2.215; en 2018 ,el albergue congregó a 2.201 personas, y en 2019, la cifra alcanzó las 2.565 personas. Aunque la mayoría proceden de la provincia de Valencia, también llegan desde Alicante o Castellón de la Plana.
La actividad no ha cesado a pesar del covid-19, aunque sí ha menguado. Si cada año el albergue suele acoger unos 5 ó 6 campamentos, en 2020 la cantidad se redujo a la mitad, con limitación de aforo y siguiendo las medidas de seguridad. Para este año, se prevé que la temporada de verano se complete, aunque todo está supeditado a la evolución de la pandemia. 
El albergue se compone de una gran vivienda, que puede acoger hasta 100 personas en invierno y muchas más si es verano, ya que dispone de espacios amplios en el exterior, campo de fútbol, una zona de acampada, piscina, pista de tenis, etc., así como de una zona de oración, presidida por una cruz, una especie de “templo” en plena naturaleza. 
La casa consta de planta baja (con cocina, gran salón con chimenea para el invierno, servicios), y de primera planta (con una gran sala para reuniones o dormitorio, dos habitaciones y una zona privada). 
Se abastecen de luz proporcionada por placas solares, que complementan con un aparato electrógeno, ya que al ser un espacio no urbanizable y paraje protegido no han podido instalar cableado eléctrico. La zona exterior está también iluminada para que se puedan realizar actividades por la noche. 
En lo que se refiere al mantenimiento del albergue, se van autofinanciando con lo que pagan los visitantes por utilizar las instalaciones. Y es que, a pesar de no tener un fin lucrativo, el albergue tampoco pretende ser una carga financiera para el Instituto Secular. 
Desde el Instituto su intención es seguir acogiendo actividad, abierta a todas las entidades, religiosas, culturales, musicales o deportivas, y esperan que pronto pueda volver a ser tan multitudinaria como lo era antes de la llegada de la pandemia.