"Dicen que la vida te puede cambiar en un día, y es verdad". Así lo afirma Alejandra Bataller Gandía, de 19 años vecina de Ontinyent, que tenía una vida plena, patinaba, salía con los amigos, ... cuando le diagnosticaron un osteosarcoma en el fémur de la pierna izquierda. Su vida, y la de su familia, dio un verdadero vuelco, y ahora, explica, "no puedo hacer más que centrarme en el hospital y en curarme". 
Todo empezó con un dolor en la rodilla al que apenas le dio importancia. "Tenía una hinchazón, y yo pensaba que era de una caída", explica Alejandra, que es aficionada al patinaje y al volei. En junio de 2021 le hicieron una prueba y, tan sólo una semana después, le comunicaron que tenía un tumor maligno. "Pasé de estar el 31 de mayo patinando, a que el 1 de junio me dijeran que no podía apoyar la pierna porque el hueso se me podía romper", relata la ontinyentina. Fue una noticia muy difícil de asimilar, tanto para ella como para su familia. "Al principio, mi madre decía que el médico había tenido un mal día y lo había pagado con nosotros. Nos dijeron que un diagnóstico así pasa cada 7 años en Ontinyent", explica. 
Su familia inmediatamente se volcó en ella. Por suerte, se siente muy arropada y cree que esto "es lo más importante", asegura. "Pasar esto sola tiene que ser horrible", reflexiona. Además, señala que, a pesar de coincidir con el covid, explica que la pandemia no ha afectado al transcurso de su tratamiento, que lleva en el Hospital General de Valencia. 
Ilusiones truncadas
Alejandra es chica jovial, activa y muy abierta, a la que el cáncer le cortó las alas. Tras finalizar el bachillerato Artístico en el IES L'Estació, de Ontinyent, su objetivo era estudiar Comunicación Audiovisual, ya su pasión son las cámaras. Se quedó a las puertas de poder entrar en los estudios, pero de todos modos, como tenía el piso reservado junto a unos amigos en Barcelona, sus padres consideraron que vivir fuera de casa sería una experiencia para ella. Y en verdad lo estaba siendo: Alejandra estaba disfrutando al máximo de conocer a gente nueva en una ciudad distinta. "Era demasiado bueno todo para que fuera verdad", señala la ontinyentina. 
Y fue en medio de esa felicidad cuando llegó de repente la pesadilla. Tras ser diagnosticada, empezó con dos ciclos de quimio, que salieron bien. No obstante, una semana antes de la operación de prótesis hubo malas noticias. Los médicos comprobaron que el tumor, de 3 kg, había pillado la arteria principal de la pierna y tenían que hacer un baipás. "Entré al quirófano pensando que podría perder la pierna", relata Alejandra. Tras una intervención de cerca de 15 horas, pensaron que todo había salido bien, pero a las dos horas, se dieron cuenta de que el baipás había fallado y volvió a entrar a quirófano por 6 horas más. Tras mucha angustia, "salí bien y no me ha vuelto a fallar", cuenta la ontinyentina. Sin embargo, "con tanta operación", continúa, "se me murió algo de piel de la pierna y me tuvieron que hacer un injerto con músculo y piel de la espalda", añade. "Ahora ya está bien, no se me ha infectado la pierna".
También le han operado en los pulmones, donde le encontraron nódulos. "En una parte tenían claro que era metástasis, pero en la otra no lo tenían tan claro. Me operaron del pulmón derecho, parte superior. Me queda otra operación, que sería en la parte izquierda superior del pulmón. Sería el último trozo de cáncer que tendría", explica.
Un infierno que ella pensaba que iba a durar menos. "Creo que hay mucha desinformación con el cáncer, pensaba que iba a durarme un verano, y no fue así". Desde que inició este periplo, lleva cuatro operaciones, tres en la pierna y una en el pulmón; dos ciclos de quimio, que duraron cuatro meses, y ahora, además de la operación, le quedan otros cuatro ciclos, que "puede que duren menos, porque el tratamiento creo que ya no será tan agresivo", explica. 
Ganas de vivir
Por fuera todavía mantiene esa sonrisa que le caracteriza, pero admite que "estoy en el hospital y no puedo más". Tras cuatro operaciones, las fuerzas flaquean. En cada prueba sufre ataques de pánico, porque "el dolor físico no lo aguanto más", reconoce. Aunque después, siempre saca fuerzas de donde no las hay. 
Su madre, Fani Gandía, asegura que su hija "ha puesto mucho de su parte". A Alejandra, sin embargo, no le gusta que le digan que es valiente ni aquello de "pobrecita", porque realmente "no tengo otra opción", insiste. "Si tuviera otra opción no estaría haciendo esto, te lo aseguro. Valiente es tirarse en paracaídas. No tengo más remedio que hacer esto para continuar viviendo. No puedes dejarte vencer por el cáncer", sentencia. Y le gustaría volver a señalar que cree que "hay mucha desinformación" respecto al cáncer. "La gente a veces no sabe cómo actuar conmigo, cómo tratarme, pero yo sigo siendo la misma persona, sigo siendo Alejandra", remarca.
A quien esté pasando por su misma situación, Alejandra le aconseja que tengan mucha paciencia. "A mí es lo que siempre me han dicho, y es así". Y que, "siempre que puedan y estén bien, que hagan cosas que le motiven y le gusten". A ella le llena de vida ver a gente, quedar con amigos, hacer manualidades, pintar... "Estar ocupada, para no centrarme en la enfermedad". Por ello, cuando su estado se lo permite, y la situación covid le deja, queda con amigos, y les entrega lo mejor de sí misma. No se le escucha queja alguna. 
"Sus amigos la ven bien", explica su madre, aunque después al volver a casa tenga que tomarse algún analgésico para paliar el dolor por el sobresfuerzo. No obstante, aunque Alejandra sigue siendo "la alegría de la huerta", explica su madre, "ella era de no parar y tengo ganas de volver a verla así", asegura. 
Alejandra y su familia agradecen el apoyo prestado de amigos y familiares, y de asociaciones como ANIMA (Associació Càncer Ontinyent), donde le han prestado apoyo psicológico; a Cruz Roja, por ejemplo en los traslados a Valencia; a la Asociación Española contra el Cáncer de Valencia por el papel del voluntariado, que ha animado a Alejandra en muchas ocasiones; y a la Fundación Ronald McDonald, que ofrece hospedaje a su familia cuando acuden a los tratamientos a Valencia. "Al principio no teníamos dónde quedarnos; y era un gasto de comida, gasolina, etc. Y lo más duro era ver a mi marido y a mis otros dos hijos volver, ya que no estaban con ánimos para coger el coche", explica la madre de Alejandra. "Me gustaría que dieran subvenciones para estas cosas; porque hace mucha falta...", añade. 
Alejandra está a la espera de la próxima intervención, con unas ganas inmensas de que todo salga bien, de acabar el tratamiento y de poder empezar a viajar cuanto antes; estudiar lo que le gusta, hacer Erasmus... En definitiva, vivir. Esta experiencia, sin duda, le marcará a ella y a su familia, que se han mantenido como una piña para luchar juntos, pero "creo que lo bueno vendrá después", concluye Alejandra con ilusión.