Este mes de enero se cumplen 30 años del brote de gastroenteritis que causó una intoxicación masiva a entre 2.500 y 3.000 personas en Ontinyent, según un informe preliminar elaborado por el Centro de Salud comunitaria área 16. Aunque la cifra publicada por los medios de comunicación varió y algunos apuntaban a unos 500 afectados, lo cierto es que fueron unas horas de mucha incertidumbre en la ciudad.
Concretamente, fue el 31 de enero cuando estalló este brote que tuvo como origen la contaminación fecal en el agua de consumo público, procedente del pozo del Barranc dels Tarongers. .
Fueron centenares de ontinyentins los que requirieron asistencia médica, hasta el punto de que el servicio de Urgencias del hospital se tuvo que reforzar de uno a tres médicos de guardia y en los ambulatorios se movilizaron a todos los médicos titulares, explicaba a Crónica el entonces concejal de Sanidad, Ricardo García. Además, esa misma noche, Sanidad envió desde Valencia una ambulancia cargada con medicinas para tratar las diarreas y los vómitos, dado que en las farmacias de la ciudad se habían agotado.
Aunque en un primer momento se temió que fuera algún ataque con sustancias químicas, ya los primeros análisis apuntaron a la contaminación microbioológica. De hecho, los posteriores informes que analizaron el agua y el estado de los pozos encontraron como causa la filtración, que contaminó el agua y que hizo que la cantidad de cloro que había sido administrada no fuera suficiente para neutralizar los agentes nocivos que llegaron al agua con la filtración.
El concejal de Sanidad recibió la noticia de una importante cantidad de personas que acudían al médico con los mismos síntomas, en un primer momento, vecinos procedentes del barrio de San José, pero rápidamente aparecen casos en toda la ciudad, lo que hizo sospechar que se trata del agua potable. De ahí que rápidamente desde el Ayuntamiento se emitiera una nota para prohibir el consumo de agua hasta esclarecer los hechos. Ya sobre las 9:30 de la mañana los primeros análisis apuntaban a una contaminación microbiológica y no química. Poco después llegaron epidemiólogos y técnicos de Sanidad ambiental para realizar encuestas los primeros y analizar el agua de toda la red los segundos. 
En una entrevista a Crónica, Ricardo García explicaba que ante episodios de lluvias fuertes, se aumentaba la dosis de cloro en los pozos, pero en esta ocasión, no se habían registrado lluvias fuertes, por lo que no se había aumentado la cantidad de cloro.
A medida que se extendió la noticia, también se disparó la venta de agua embotellada y también muchas empresas se vieron afectadas por la falta de asistencia de sus trabajadores, así como también los colegios vivieron un día con muchas ausencias.

Mejoras para evitar sucesos como estos
El caso vivido hace 30 años no se ha vuelto a repetir, ni incluso con las importantes lluvias registradas los últimos años. Precisamente, para evitarlo en febrero de 2021 se ejecutaron obras en la cubierta del Pou dels Tarongers, que presentaba riesgo de colapso. Por ello, las obras iniciales, que iban a tener un coste de 297.124€ se ampliaron en más de 146.000 € para solucionar el problema del grave deterioro del forjado de la cubierta del depósito y la inexistencia de capa de compresión. También se ejecutaron obras de impermeabilización y de mejoras en el exterior. Este depósito proporciona actualmente el 60% del caudal constante de la red de distribución de agua potable.
Además, décadas atrás también se perforó otro pozo, en la zona del Torrater, de manera que son dos los que actualmente abastecen la ciudad.