- ¿Cómo llega a este colegio tan histórico?
- Estudié Biología en Valencia. Primero estuve trabajando unos 25 años en el colegio del Carmen, en Benicalap, de las Hijas de la Caridad. Me impliqué mucho en la formación de profesorado y familias en lo que entonces era FERE. A partir de ahí, el Colegio Imperial de niños huérfanos San Vicente Ferrer me llama para incorporarme en un momento en el que iban a construir un colegio de nueva planta, para primaria y secundaria. El proyecto era el de crear un colegio con un modelo único, que atendiera a los niños 24 horas al día. Estamos hablando de septiembre de 2001. Así, llevo 18 años de director, cargo que no había tenido nunca antes. Era un reto, pero hay que arriesgarse. Al mismo tiempo, era la oportunidad de montar un colegio diferente. También soy doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, para mí era una oportunidad de crear un proyecto nuevo, desde 0. Optamos por un modelo totalmente diferente, siempre dentro de la premisa del Patronato: el colegio tenía que ser un modelo único para los niños con problemas socio-económicos graves. 
Hay que tener en cuenta que se cambiaron los estatutos para no sólo atender a niños huérfanos sino también a aquellos que están “equiparados con la orfandad”. Ese equiparamiento abría las puertas a nuevas realidades socio-familiares: hijos de madres abandonadas, separaciones drásticas en las que los niños sufren la pérdida de un progenitores.
Muchos de estos niños sufrían fracaso escolar. El sistema educativo de estudiar-pizarra no les favorecía, porque no tenían casi nadie que les firmara las notas... Incluso tenían una competición para ver quien era el que más suspendía. 
El otro reto de la nueva etapa en las instalaciones de San Antonio de Benagéber era que las familias de la zona quisieran traer a sus hijos a este colegio. Aunque al principio hubo alguna reticencia, logramos formar un equipo de profesores que nos hemos dedicado a la innovación educativa, a dar las clases de manera diferente, adaptando el currículum a la personalización de los alumnos. Tuvo efecto, poco a poco demostramos que el modelo era efectivo y que tanto los internos como los externos podían progresar.
El modelo ha terminado siendo muy diverso. Pensamos que la diversidad del alumnado enriquece tremendamente la educación. Me refiero a diversidad social, cultural, de procedencia... Tenemos alumnos extranjeros, pero también otros proceden de diferentes partes de toda la Comunidad Valenciana. Aquí en Ontinyent viven ex colegiales, por ejemplo. 

- ¿Por qué a pesar de tener tanta historia el colegio no es tan conocido?
- Hay que tener en cuenta que el colegio lo fundó Sant Vicent: en 1410 hubo unas disputas entre varias familias, con matanzas incluidas. Sant Vicent se encontró en la calle con los conocidos como “xiquets perduts”, así que encargó a una cofradía, “los beguines”, que se encargaran de ellos. Es el colegio más antiguo de Europa, quizá del mundo. Colegios tan famosos hoy como Eton fue fundado algún año después con la misma concepción, aunque actualmente no lo es, a pesar de que mantiene algunas plazas para niños de nivel social bajo. El colegio no paró nunca, ni en tiempos de guerra. Por ejemplo, cuando durante la Guerra Civil el gobierno estuvo radicado en Valencia, los niños del colegio fueron los que cantaron el sorteo de la Lotería Nacional. El famoso colegio de San Idelfonso es más tardío, pero similar en concepción. 
- ¿A cuántos niños ha atendido el Colegio Imperial de niños huérfanos durante estos seis siglos de vida?
- Por el colegio han pasado más de 30.000 niños huérfanos. Siempre fue un colegio muy avanzado. Por ejemplo, cuando a las niñas casi no se les tenía en cuenta, el colegio ya las atendía y les enseñaba. Los primeros niños que aprendieron a leer en España fueron los del Colegio Imperial de niños huérfanos San Vicente Ferrer. El colegio ha ido adaptándose a la realidad del momento. Por ejemplo, cuando surgieron los ordenadores, los alumnos tuvieron a su servicio estos equipos.
- ¿De dónde viene el calificativo de imperial?
- Hay que tener en cuenta que tras una primera etapa en la conocida como “finca de ferro”, frente a San Agustín, posteriormente el colegio se trasladó a la calle Lauria, lo que después sería Galerías Preciados y actualmente El Corte Inglés. Ahí en su momento estuvo la casa del emperador. Felipe IV fue quien dio la Casa Imperial de la Misericordia, de ahí el nombre de imperial. En 2010, por el 600 aniversario, una representación del colegio visitó Zarzuela y la Generalitat Valenciana le dio al colegio la medalla de oro.
- ¿Por qué el cambio a San Antonio de Benagéber?
- El edificio de la calle Lauria se hundió al menear un tabique, incluso mató a una de las Hijas de la Caridad, que han servido al colegio durante más de 150 años. Ello supuso un momento muy difícil, el colegio pasó por distintas sedes hasta que finalmente se compraron los terrenos donde está el colegio actualmente.
- 600 años seguro que dan para muchas anécdotas y episodios.
- Sí, por ejemplo, el clavario-director de entonces, José Sastre, se marchó a Barcelona para intentar una entrevista con Dalí, que consiguió en París, donde le pidió que aportara un cuadro para poderlo subastar y recaudar fondos para el colegio. Dalí accedió y aportó un cuadro, aunque no sabemos actualmente donde está. El colegio es una fundación que tiene un patronato, presidido por el cabildo de la catedral de Valencia; el secretario lo designa el Colegio de Notarios, y también están representados el Ayuntamiento y la Diputación de Valencia.
- ¿Como están celebrando el Año Vicentino?
- Sí, este año se ha declarado el Año Vicentino, porque el 5 de abril de 2019 se cumplen 600 años de la muerte de San Vicente Ferrer. La capilla del colegio es templo jubilar, ya hemos recibido a algún peregrino. De hecho, el colegio custodia la reliquia más preciada de San Vicente, que fue un regalo de la diócesis de Vannes y el pueblo francés, donde el santo murió, tan sólo 9 años después de fundar el colegio.
Hoy en día aún se representan muchos milagros de San Vicente, pero para nosotros, el mayor milagro vivo de San Vicente es el colegio, porque ha perdurado sin interrupciones durante más de 6 siglos, para atender a la juventud valenciana. Ir al colegio y ver a los niños, que las familias puedan servirse de este recurso es algo muy especial. Hemos preparado la recepción a los peregrinos y tenemos una exposición histórica. Además, hay una exposición itinerante que pasará por todas las vicarías.

- ¿Qué porcentaje de escolares son huérfanos y cuáles son no?
- En el internado tenemos casi 100 niños, entre primaria, secundaria, algunos de bachillerato y FP, que van al instituto del pueblo e incluso tenemos algunos universitarios. A estos últimos se les facilita un coche para que vayan a la facultad. En el colegio tenemos 300 alumnos, de los cuales huérfanos son 85 y el resto proceden de San Antonio y los pueblos de alrededor. Eso supone una mezcla y una oportunidad. El colegio San Vicente Ferrer tiene en la convivencia y la diversidad un valor clave. Nuestros niños conviven con los niños de alrededor, no es un colegio especial, sino ordinario. Los externos aportan novedades a los internos. Desde el otro lado, las familias valoran que sus hijos puedan compartir aula con niños que han tenido unas circunstancias diferentes, porque así aprenden a valorar lo que tienen.
- ¿Cómo es la convivencia entre los internos y los externos?
- Es excelente. No hemos tenido nunca ningún problema ni convivencia ni tampoco de racismo. Tenemos 5-6 nacionalidades en el colegio, muchos de ellos son de Guinea Ecuatorial. El internado funciona solo en periodo escolar, no es permanente. Los fines de semana los niños vuelven a casa, con su familia, aunque sea su familia extensa. Los niños que no tienen familia están tutelados por la Generalitat, son casos que no están en nuestra franja. Con el internado, estamos ayudando a las madres, porque en ocasiones, tienen trabajos que les impide atender bien a sus hijos. Así, el niño está 4 noches en el colegio y 3 noches en casa. Ello supone que vuelven a su ambiente y a su familia. En este momento, el colegio tiene todas las plazas cubiertas y tiene mucha demanda.
- ¿Cuál es la clave de esa alta demanda?
- Es un colegio muy avanzado. Por ejemplo, no tenemos libros ni pupitres, sino que hemos creado espacios nuevos, cualquier espacio puede ser lugar de aprendizaje: en los pasillos hay puestos de ordenadores, el recreo lo controlan los alumnos de 6º, con una gama de actividades, siempre enfocadas a que todos participen.
El trabajo en las aulas es cooperativo, las pruebas y los exámenes son una parte más, pero también hay portfolio, presentaciones, se trabaja mucho la exposición oral... No todos los alumnos tienen que hacer lo mismo, sino que en función de su realidad y su interés, puede trabajar unas cosas mientras sus compañeros trabajan otras. Tenemos 2 ó 3 profesores por aula, los psicólogos están en el aula, observando todo lo que está pasando, eso da una visión mucho más real. Somos el único colegio que tiene tutorías verticales desde hace 7 cursos: un tutor no está encargado de un aula, sino que tiene 16 alumnos, pero de diferente curso. Eso ha supuesto aumentar más lo que yo llamo “socio-esfera” ya que los alumnos no sólo conocen a sus compañeros de aula, sino también a los de otros cursos y se ayudan entre ellos. Todo ello comporta la necesidad de más espacio y más tutores, pero da resultados. 
No tenemos libros de texto, porque lo que gastamos son recursos visuales, escritos y sonoros para que los alumnos trabajen. 
Ahora se habla mucho de neuro-educación. Si la ciencia ha descubierto ciertas cosas buenas, ¿por qué no ponerlas en práctica? Todos estos avances intentamos aplicarlos. Los niños no están nunca parados, todo ese movimiento provoca que esta metodología funcione.
- ¿Cómo afecta a los niños el pasar por situaciones difíciles?
- Debido a las difíciles circunstancias que han pasado durante su infancia, los niños internos son muy hábiles socialmente, tienen mucho desparpajo. Eso, sabiéndolo educar, es un talento, porque saben intuir rápidamente dónde hay negocio. Hemos tenido casos de internos que ahora tiene unas empresas o proyectos emprendedores que les van muy bien. A veces, la crisis se puede ver como algo negativo, pero también hay que verlo como una fuente de aprendizaje, que pueda servir para mejorar el talento. Nuestra misión es educar ese talento, fomentar las inteligencias que cada uno tiene. Cuando un niño ha atravesado problemas, lo primero es rescatar a la persona, que aprendan aquello en lo que tienen más interés. Por eso, es un colegio muy creativo, con muchas artes plásticas, tocamos muchas disciplinas. Muchos equipos directivos se han interesado por nuestra manera de trabajar.
- Además de su trabajo en el colegio, en Ontinyent ha estado vinculado desde hace mucho tiempo a la parroquia de San José. ¿En qué colabora?
- No me he desvinculado nunca de la ciudad, porque mi padre y familia viven en Ontinyent, todos los fines de semana vuelvo a Ontinyent. En la parroquia de San José he colaborado en los juniors y desde hace unos años llevo la coordinación de los juveniles y los confirmandos. Este año se han confirmado 176 jóvenes, lo que creo que demuestra que la cosa funciona. En San José, en Confirmación tenemos casi al 50% de los adolescentes de 3º y 4º de ESO de Ontinyent. El colegio requiere una dedicación muy grande, por lo que no me deja tiempo para mucho más.