Fíjate tú que yo pensaba que podría llegar a la jubilación, si la salud me lo permite, para disfrutar de un merecido descanso y con una pensión aceptable que me daría para vivir con cierta holgura. Que incluso a lo mejor me podría dar algún capricho, como una colección de zapatos o unas vacaciones en el mar. Sin hacer estragos, pero subiendo el escalón de los viajes a Benidorm en autobús. 
Yo nací en 1972, por lo que pertenezco a esa generación del “baby boom” que tendrán que elegir entre cobrar menos o trabajar más, así a grandes rasgos. Nos piden “un esfuerzo”, dice el gobierno. Las jubilaciones anticipadas serán duramente castigadas a nivel económico y se premiarán las jubilaciones demoradas. Así, visto desde fuera, me parece un ejercicio de egoísmo absoluto lanzado por bocas que gozarán de pensiones vitalicias. Estaría muy bien que ellos se midieran por el mismo rasero. Básicamente para conocer el problema en primera persona cuando llegue el momento de aplicar semejante varazo. Para todos ellos, pensiones terrenales ya. ¿Soy yo o tenemos demasiadas vicepresidencias (batieron el récord al establecer 4, nada menos), ministerios inexplicables, oficinas fantasma, cargos dedocráticos y subdelegados invisibles? Chollazo donde los haya, oiga! 
Partiendo de esta premisa, no puedo más que visualizar un cubo al que le han pegado un tiro con una escopeta de perdigones: por mucho que intentemos llenarlo, hay demasiados agujeros porque los que se escapa el agua. Claro, esto desde abajo ni se puede combatir ni remediar. Es un hecho histórico que parece pasar en excelente estado de ejecución de legislatura a legislatura en el gobierno central. Mande quien mande, del color, credo o condición que se guste escudriñar. Y el más tonto acaba haciendo relojes. 
Volvamos a ras del suelo. Tengo casi 50 años. Normalmente a esta edad estás ahorrando para la carrera de tu hijo, para la boda de tu hija, para comprarte un coche, para hacer el viaje de las bodas de plata, para cambiarte los dientes, para hacer una reforma en casa y dejarte el piso en perfecto estado “pa los restos”, para la entrada de un apartamento o sencillamente darte un homenaje de esos que tumban los cánones en la forma que sea. Que para eso estás trabajando la mitad de tu vida adulta: para relajarte la otra mitad. Y si la pandemia se ha llevado tus ahorros, pensarás en pedir un prestamito para no morirte sin hacerlo. 
Pero no, aquí se parte el mapa. Porque ese dinero deberías invertirlo en un plan de ahorro, plan de pensiones, plan de futuro o como se quiera llamar. Se augura un problema hasta el año 2040 para soportar el gasto de las pensiones en la Seguridad Social. Así que, visto lo visto, mejor nos ponemos con los recortes domésticos para llenar nuestro propio cubo, lejos de las mirillas de los cazadores. Porque a partir de ese año, los problemas ya serán otros. O posiblemente los mismos, corregidos y aumentados. Si ahora ya tenemos a nuestros pensionistas protagonizando manifestaciones, por Dios… 
Mi pregunta es: ¿De dónde piensan recortar ellos para garantizar las pensiones dignas de esta nueva generación que consideran de tramo ancho? ¿Sanidad? ¿Educación? ¿Estructuras públicas? Es lo que viene siendo tendencia ¿Y qué tal un ajuste y revisión de aquellas remuneraciones inexplicables y perpetuas de las que disfrutan unos cuantos a costa del resto? ¿O no habrá pensiones dignas para los ciudadanos de clase media a partir de 2023? ¿A cuánto tendrán que ascender las cotizaciones de la población activa para que los jubilados de ese tiempo no acabemos robando mortadela y vino en tetra brik? Personalmente, me aterra la idea.
Si has nacido entre 1958 y 1977 y no eres el heredero de una fortuna, échale un pensamiento y agénciate un cubo. Y si está blindado, mejor.