Un buen amigo que tuvo la santa paciencia o el placer masoquista de ver uno de los debates electorales catalanes me envió un wassap: “Hay un tipo de Vox que reparte a diestro y siniestro”. Al punto yo le contesté: “¿A diestro? ¿es que hay alguien a la derecha de Vox?” pero inmediatamente me respondí a mi mismo: “Pues claro que hay alguien a la derecha de VOX, la insolidaria, xenófoba y egoísta burguesía catalana de toda la vida, solo que ahora van con los independentistas”.
Esta reflexión me trajo a la memoria una entretenida autobiografía de la editora y escritora Esther Tusquets titulada «Habíamos ganado la guerra». En ella Tusquets reflexiona sobre sus años de infancia y juventud hasta que le sobrevino la epifanía que convirtió su apellido en uno de los referentes más destacados de la gauche divine. Criada en el seno de una familia de la alta burguesía catalana, que supo sacar buen partido de haber aportado dos caídos por Dios y por España, y sobrina del sacerdote Juan Tusquets, antiguo prócer del catalanismo (¡ojo al dato!) y posteriormente defensor de los alzados y martillo de masones, comunistas y judíos, la niñez de Esther y su hermano Óscar transcurrió en la feliz ignorancia de las circunstancias del país. Pero hete aquí que con la llegada de la juventud entró en amoríos con un joven de clase baja, izquierdoso y catalanista, que le abrió los ojos hasta el punto de que, a pesar de descubrir que su amor era imposible porque a él lo que le gustaba eran los hombres, la joven Esther se convirtió en una luchadora antifranquista.
Muchos de mis amigos consideran esta historia como un claro ejemplo de lo que Jean Paul Sartre llamaba “traición de clase”. Jamás lo he creído yo. La joven Esther en su afán de convertirse en una intelectual engagée no hizo más que seguir el ejemplo de su tío el reverendo Juan Tusquets, simplemente se adaptó a los nuevos tiempos y sin renunciar al patrimonio familiar (una cosa es proclamarse de izquierdas y otra bien diferente hacer el tonto) se dedicó en cuerpo y alma a la editorial que lleva su apellido para desde allí luchar contra el régimen. Más aún, si el buen Dios no hubiera decidido llevársela en 2012, estoy seguro que, a pesar de escribir en castellano, se hubiera puesto del lado del prusés y, en el caso de que este fracasara, bien podría metamorfosearse de nuevo a españolista o lo que viniera, siguiendo la acrisolada tradición acomodaticia de la alta burguesía catalana.
Cuando digo estas cosas mis amigos se llevan el índice a la sien y señalan que estoy chiflado. Se equivocan, como diría Sheldom Cooper «I’m not insane, my mother had me tested» (no estoy loco, mi madre me hizo pruebas). Con motivo de las elecciones del 14-F un nutrido grupo de intelectuales, políticos, personalidades y abajo firmantes de todo pelaje publicó un manifiesto titulado “No estáis solos” destinado a alentar a los catalanes no nacionalistas. La firma está encabezada por el nobel Mario Vargas Llosa, pero, ¡oh sorpresa!, entre los primeros firmantes aparece el hermanísimo Óscar Tusquets, arquitecto, pintor y estrecho colaborador de su hermana en la editorial que ennoblecieron con su apellido. 
Independientemente del resultado de las elecciones, tan desvirtuado por la pandemia, la presencia del hermanísimo me hace sospechar que la tradición continúa: hay que tomar posiciones por si cambian las tornas. La metamorfosis ya ha comenzado.