Érase una vez una calle de Ontinyent que reunía tal cantidad de comercios y servicios que sus vecinos no necesitaban salir de ella para abastecerse de lo más necesario para la vida. Peluquerías, carnicerías, panadería, taller de reparación de motores, tienda de comestibles, zapatería, alpargatería, estanco, sastrería, servicios médicos, telégrafos, la iglesia de Sant Miquel... incluso tasca para los pocos momentos de ocio. Toda la relación de servicios y comercios que aparece a continuación, seguro que no está completa al 100%, pero es una buena aproximación de una calle que era el centro comercial de la ciudad.
No se trata de un cuento, sino de la calle Tomás Valls en el Ontinyent de los años anteriores y posteriores a la Guerra Civil y los años 50 y 60.
Son pocas las personas que trabajaron en aquella calle que quedan con vida. Uno de ellos es Enrique Gilabert, conocido como “Panís”, quien a sus 87 años detalla los comercios y establecimientos que reunía esta calle, algo impensable en la actualidad, dado su estado. Así, bajando la calle Tomás Valls, a la derecha, estaba la primera de las muchas peluquerías de esta calle, llamada Peluquería “El bolaor”. Le seguía la tienda de comestibles “La Escolana” (actual nº 69), y a continuación, en el 67, la esquina la ocupaba un estanco (que anteriormente había estado calle abajo). A la pequeña callejuela que forma también parte de Tomás Valls iban las personas que querían comprar leche, puesto que allí había una vaquería.

Especialmente prolífica fue la calle en cuanto a peluquerías, hasta el punto de que estaban situadas una al lado de la otra, como es el caso de las peluquerías Vicente y Blanco. Quien necesitara buscar un seguro, también lo podía encontrar en esta calle, con Seguros Ocaso.
Siguiendo la bajada, en la esquina se situaba la tienda que vendía telas a la ralla”, es decir, a plazos, explica Enrique Gilabert. Regentada por el “Tío Cabello”, posteriormente fue vendida a Godofredo Fernández. Este establecimiento en época posterior pasó a ser un kiosco.
En lo que es actualmente el número 45 había otra peluquería de hombres, mientras que en el número 43 había un “llanterner”, con la peculiaridad de que dentro del propio establecimiento otra familia se dedicaba a la venta de tabaco, recuerda Enrique Gilabert, durante el paseo por esta calle.
Y así llegamos a “Casa Panís”. Aunque Enrique Gilabert empezó a trabajar a los 11 años en una fábrica, cuando tenía 14 su abuelo convenció a su madre para que se incorporara al negocio familia “Casa Panís”, en el que fabricaban placas de piedra artificial. Allí trabajó hasta 1990.
En el espacio que actualmente es un solar porque derribaron las casas hace algún año estaba la sastrería Sanchis y un zapatero remendón. Para quién podía comprar unos zapatos nuevos la calle Tomás Valls albergaba la zapatería Chiquitín (en el actual nº 31), mientras que poco más abajo se situaban la tienda de lámparas y “El Seco”, peluquería masculina. 
La calle también albergaba, y actualmente conserva, una iglesia, la de Sant Miquel, así como una tienda de electrodomésticos, Lloret, justo al lado.
Tejidos Molinero y la tasca “Chorri” son algunos de los otros comercios de la parte baja de la calle Tomás Valls, una calle que, recuerda Enrique Gilabert, acogía actos como la procesión de la Virgen del Pilar o las danzas también por esta festividad. La pendiente no era obstáculo ni para ir a comprar ni para danzar.
Situados de nuevo en la parte alta de Tomás Valls, pero ahora en el lado izquierdo, el primer comercio de la calle era el ultramarinos “El Hermano”, uno de los últimos que sobrevivió en esta calle (quizá porque también tenía entrada por la plaza de Santo Domingo); a continuación, dos carnicerías, “La Roja” y “La Rulla”, esta última más dedicada a la carne de pollo y conejo. A continuación, la sastretería Ureña y el Cine Onteniense (conocido también como Cine Pere) así como una casa donde tenía el cuartel la Guardia Civil. Todos estos últimos edificios son actualmente un aparcamiento.
Siguiendo el trayecto, la “Espardenyeria” Casa Rogeli, donde no solo vendían alpargatas, sino también vino. De los pocos letreros que actualmente aún quedan destacan la carnicería F. Torró (en el actual número 34), y la panadería “San Casimiro”. Cerca, en la esquina, fabricaban zapatos que vendían al público.
La variedad de comercios y servicios esta calle era tal que incluso albergaba un taller de reparación de motores. Para el ocio, en este lado de la calle estaba el bar Peret, así como una tasca. Si bien las peluquerías masculinas proliferaron, Enrique Gilabert tan sólo recuerda una peluquería femenina, “Casa Rafael” (en el actual nº24). A continuación, un electricista y en el nº18 “El taronjero”, que proveía de frutas y verduras a los vecinos de la calle. Ya en la parte final de la calle, el auxilio social, que posteriormente fue el Bar Central, la consulta del doctor Rafael Galiana Cerdá y “Casa Bovi”.
Aunque sin concretar cuándo empezó el declive de la calle, Rafael Gilabert sí que tiene claro que a medida que los regentes de los distintos comercios se jubilaron o fallecieron, se vieron abocados al cierre, dado que no encontraron continuidad en la siguiente generación familiar. El cierre de muchos de estos comercios fue paulatino, hasta que actualmente, de la calle Tomás Valls tan solo quedan los recuerdos de personas como Enrique Gilabert, quien no solo trabajó allí entre 1948 y 1990 sino que además, también vivió durante muchos años en la propia calle.