Los campamentos de verano son algo más que un mero entretenimiento estival. Más allá de su aspecto lúdico son centros de formación en los que de manera magistral se materializa el principio horaciano de miscere utile dulci. Quizá por ello la flamante ministra Ione Belarra ha destinado 52.000 euros de nuestros bolsillos para poner en marcha unos campamentos de verano sobre el exilio republicano. Loable iniciativa, aunque mucho me temo que a los jóvenes participantes se les habrá hurtado una jugosa información. Se trata de un interesante documento firmado por Dolores Ibarruri y José Díaz en el que se insta a los exiliados españoles a no alistarse con las tropas francesas e inglesas que luchan contra Hitler pues como señalan en mayúsculas NO ES UNA GUERRA ANTIFASCISTA.
Lo primero que llama la atención del documento es que a pesar de ser un manifiesto sobre la II Guerra Mundial, ni por una sola vez se menciona el nombre de Hitler, ni el nazismo, aunque se cita a Dadalier, Chamberlain, León Blum y otros dirigentes en un contexto que rezuma consignas anticapitalistas y revolucionarias y, por supuesto, vivas a Stalin «guía y tesoro de la humanidad trabajadora» tan actuales en el consistorio que preside el comunista catalán Joan Ribó. Literalmente se acusa al imperialismo británico y a la burguesía francesa de «obligar hoy a los combatientes españoles (en referencia a los exiliados republicanos) a incorporarse como voluntarios al ejército imperialista»
Especialmente sangrante es la afirmación «llaman hoy a los trabajadores [...] a verter su sangre por el restablecimiento de la Polonia fascista». Hasta las víctimas de la LOGSE saben que la II Guerra Mundial estalló por la invasión de Polonia. Lo que probablemente no se les enseña es que la invasión vino precedida por el ignominioso pacto Ribbentropp-Molotov por el que Hitler y Stalin se repartieron Polonia. En virtud de ese pacto firmado el 23 de agosto de 1939, el 1 de septiembre el ejército alemán tomó Danzig, iniciando la invasión, lo que a la postre supuso la declaración de guerra por parte de Francia e Inglaterra. Dos semanas después, el 17 de septiembre los bolcheviques  violaron la frontera oriental. Polonia quedó dividida en dos, una parte bajo la tiranía nazi, otra bajo Stalin. 
La posición de Moscú fue no intervenir en la guerra e instar a los partidos comunistas de todo el mundo a exhortar a sus camaradas para que no participaran en esa nueva agresión imperialista; mientras tanto Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Noruega iban cayendo en poder de Hitler. La excelente sintonía entre los dos tiranos, Hitler y Stalin, se mantuvo hasta que el líder nazi, con su enfermiza megalomanía, decidió traicionar a su hasta entonces aliado y desencadenar la invasión nazi de la URSS, Unternehmen Barbarrossa (operación Barbarroja) el 21 de junio de 1941.
Aunque dudo que ningún investigador o doctorando preste atención a este documento, a no ser que se trate de un suicida dispuesto a enterrar su carrera académica aún antes de haberla comenzado, la consulta del manifiesto, que se puede encontrar en http://www.cervantesvirtual.com/obra/manifiesto-del-partido-comunista-de-espana-848247/, resulta recomendable para constatar la hipocresía y doblez consustanciales al comunismo de ayer, de hoy y de siempre. Si bien su lectura se antoja penosa cual penitencia cuaresmal por su farragosa y trasnochada retórica revolucionaria, que individuos como Pablo Iglesias Turión han vuelto a poner de moda, vale la pena consultarlo antes de que el Ministerio de la Verdad decida vaporizarlo.