Me llamo Vicente, como mi abuelo. Tengo 57 años, como mis amigos, y me crie en la parroquia de San José como mi familia, puesto que mis padres regentaban el bar “El Lloc” y fue allí donde hacía los deberes, en las mesitas del bar, donde algunos médicos de prestigio y practicantes como Don Ramón me ayudaban a terminarlos. Don Vicente Gil era el vicario parroquial y se sentaba en el escalón de la entrada del bar al acabar la jornada mientras mis padres cenaban y procedían al recogido del local.
Por aquel tiempo, yo cursé primero de parvulario en el Colegio actual; después ya no pude por ser solo para chicas. El Colegio estaba acompañado y dirigido por las Hijas de la Caridad, a una de las cuales se le ocurrió movilizar a todo el mundo fundando el grupo de “Cornetas, Tambores y Majorettes San José”.
Los Juniors han sido vivero parroquial de agentes de pastoral, feligreses y otros movimientos juveniles; solo hay que rememorar las primeras fallas como la pajarita, el bebé junior y la media luna. También recuerdo la impresión de entrar al sótano en construcción y a oscuras acompañado por Manolo Vidal a la luz de un lumigas de campamento; no faltan experiencias como los campamentos de la Hunde, el Corralejo, la Zagra o Fuente el Tobarro con sus tormentas y fuegos de campamento. De los Juveniles destacaré el campamento en Lourdes o los viajes a Santander así como a Enrique y sor Maria Ángeles tratando de acompañar ese grupo de jóvenes.
Inolvidables son las cenas de Fin de Año en el sitio que ahora ocupa Mercadona o las verbenas del martes de fiestas de Moros y Cristianos en el patio parroquial, los dos meses que dedicábamos a ensayar las danzas para fallas o la Pascua Juvenil en la Fuente de Mariola y las múltiples excursiones y convivencias en Santa Ana o en la ermita de Agullent y las aventuras de equipos como los Halcones, los Linces, los Corceles de Cielo, las Eslabones, las Siux Libres, los Aventureros o las Himalayas haciendo de las nuestras por el salón del primer piso, las escaleras y el altillo. Más de una y dos veces nos han tirado a la calle por ruidosos y hacer trastadas.
Todo lo anterior hace referencia a vivencias y recuerdos de mi persona contados de manera rápida que quizás alguno de ellos reviva el de otras muchas personas y feligreses. Pero la idea es fácil y sencilla. Somos esas personas la verdadera parroquia que queremos, donde la diversidad de carismas, la multitud de programas y propuestas de actividades de evangelización, el gran número de grupos e iniciativas constituyen el Hogar que don Basilio fundó asentado sobre la roca dura de Jesucristo, el patronazgo del titular josefino y la piedra angular del párroco.
En estos últimos años se ha renovado el edificio antiguo, se ha construido otro de nueva planta y se han abierto espacios en el patio y adecuado el mismo pero la base es la misma; sus feligreses y sus sacerdotes, esa es la parroquia. Aunque se aumenten el número de locales no hay espacio suficiente para todos y sus actividades.
Después de sesenta años la parroquia ha constituido un gran barrio que pivota entorno a las numerosas actividades pastorales, especialmente las dedicadas a la infancia y la juventud siendo un referente incuestionable en la Diócesis de Valencia.
Si empezaba diciendo que me crie aquí entenderán que me refería a parte de mi formación, pues la parroquia ha sido una gran formadora de jóvenes en todos sus aspectos, de manera integral y variada, creando multitud de experiencias que guían al niño y al joven en su inteligencia, en su forma física y en su vida espiritual y de interioridad.
Deseando que este año Josefino que nos ha regalado el Papa Francisco sea de reencontrarnos todos en la parroquia, de ser creativos y de innovar para vivir el permanente mensaje de la Buena Noticia de Jesús siendo siempre Comunidad Parroquial. Es mi deseo y mi esperanza.
Vicente Revert Calabuig es catequista de Pastoral Juvenil.