¿Ha sido cosa de la vacuna? No se me ocurre otra razón de peso para que se haya dado un cambio de opinión tan diametralmente opuesto, de modo que este año se pueda hacer lo que no se quiso el pasado año. Sí, sí.  Debe ser cosa de la vacuna que, además de inoculársenos para provocar la respuesta del cuerpo frente al coronavirus, ha infundido un poco de trellat a quien o quienes demostraron carecer de él en el pasado año.
Porque hace un año, cuando la pandemia arreciaba y algunos pensamos que bajar al Cristo podía tener efectos taumatúrgicos para la desolada población ontinyentina, la reacción furibunda en contra de esa sugerencia por parte de algunas autoridades eclesiásticas y festeras no dio pie, ni siquiera, a poder comentarlo en una tertulia a la fresca como la que la nueva junta directiva del Círculo Industrial y Agrícola quiso hacer. 
Ocurrió que la cerrazón se impuso frente a quienes pretendíamos charlar tranquilamente sobre el asunto. Y fue por esa cabezonería que aquellos mismos que habían dado su consentimiento a participar en la charla, invitados por su condición de presidentes de Anderos y Llumeners, se excusaron porque no iban a participar en una tertulia a la que el reverendo Portero había poco menos que excomulgado. 
En la misma línea en contra de una bajada extraordinaria de la muy querida imagen del Morenet se manifestó Vicente Pla, presidente de la Sociedad de Festeros del Santísimo Cristo de la Agonía. Añado que en la negativa a bajar al Cristo ni Portero ni Pla estuvieron solos. Algunas voces, incluso amigas, consideraron que no debía hacerse por el riesgo de que se provocasen aglomeraciones que podían propiciar el indeseable contagio del desbocado coronavirus.
 Y no digo que no tuviesen algunas razones incluso de peso, pero quienes las defendían no fueron capaces o no quisieron exponerlas y justificarlas porque prefirieron exhibir su ordeno y mando. Otras gentes, incluso de superior jerarquía en la escala eclesiástica, comentaron que hubiese sido buena cosa bajar al Cristo en un transporte adecuado y que una vez en san Carlos, organizar turnos de visita para poder rezarle. En ese caso, bien se hubiese podido reclamar la colaboración de los miembros de la Junta de Festeros, cargos y festeros que, estoy seguro, la mayoría la hubiese proporcionado muy gustosamente. Nada de eso se quiso hacer. Ni siquiera que se pudiese comentar amigablemente, sin tensión alguna, por supuesto. Porque hablar del Cristo con exaltada vehemencia no es la mejor manera de demostrarle amor filial, pero es que nadie pretendía hacer de nuestro patrono un motivo de discordia sino todo lo contrario.
Pues bien, pese ser todavía tan pocas las vacunas que se nos han puesto a los ontinyentins, parece que los ánimos han cambiado. Cabe deducir, por tanto, que los efectos de la inyección ya se han hecho notar incluso en un mudanza de opinión sobre el asunto principal que comento, lo que se traduce en la posibilidad de que en este agosto, en que seguiremos sin poder celebrar nuestras fiestas de Moros y Cristianos, sí bajemos al Cristo de la Agonía.
Lo celebro. Y aplaudo la iniciativa y la apoyaré como ya lo estoy haciendo por escrito para que no haya dudas. Todo lo que de ridículo y torpe tuvo la negativa de no querer que se bajase al Cristo el pasado año, ni siquiera que se comentase como un asunto de interés mayoritario, ahora se convierte en entusiasmo incluso tipográfico. A mí no me duelen prendas y si hay que felicitar a la competencia periodística por haber planteado el tema en una tertulia, aquí está mi felicitación que, por cierto, nunca la veréis a la recíproca. Incluso mi complicidad, si se quisiese tener en cuenta, con aquellas autoridades religiosas y festeras que tan bordes se pusieron el pasado año. 
Ché, que sí, que por lo que veo la vacuna es ya todo un éxito.