Los cambios y modificaciones que se dice van a ser introducidos en varias cabalgatas de los Reyes Magos, ponen de manifiesto el acomplejado y retorcido espíritu de una parte de la izquierda metomentoda  (mientras que la otra parte de esa misma izquierda consiente las más variadas estulticias) representada por Podemos en general y por Compromís por lo que a la Comunidad Valenciana se refiere. En Ontinyent la sólida y más que amplia mayoría absoluta que tiene el Partido Socialista  impide  los delirios –calificarlos de desficacis sería de lo más apropiado— que se anuncian. 
Semanas atrás la revista digital Afroféminas lanzaba una proclama contra los pajes de la cabalgata de Reyes de Alcoy, criticando que gente que no es negra se haga pasa por tal. “Se  trata de un blackface masivo que insulta a toda nuestra comunidad”. Añadía su directora que “esto ofende, ofende mucho porque estereotipa, ridiculiza, no incluye y falsifica nuestra imagen”. Nunca pude imaginar que un blackface (el maquillaje que se usa para pasar por negro quien no lo es) pudiera ser objeto de polémica. Entiendo la reacción alcoyana tratando de aclarar a Afroféminas que es de lo más conveniente no confundir el culo que las témporas. 
No creo que haya alcoyano, ni nadie que conozca el sentido y estética de su centenaria cabalgata de Reyes, que a la hora de maquillarse los pajes reales tengan o sientan  el más mínimo ramalazo racista, pero para gusto (y disgusto) se hicieron los colores, en este caso también el negro que, al paso que vamos, acabará siendo prohibido en los pantones. Vayámonos haciéndonos a la idea de que el blackface que nos gastamos en la Entrada de nuestros Moros y Cristianos también acabará siendo objeto de polémica. Del  mismo estilo y propósito que aquella que ya sufrimos por las insidias contra la alfombra de la Capitanía Omeya en el año 2002.
Algunos siniestros ayuntamientos, proclives a la cosa republicana, hacen cuanto pueden para desvirtuar  la razón de ser de las  cabalgatas. Comenzando por su menosprecio a los Reyes, a los que se les quita su condición real para degradarlos a la condición de magos. Otros consistorios, caso del de Vallecas/Madrid, quieren dar protagonismo a la transexualidad y el lesbianismo, colando de matute una representación de drags queens. 
El Ayuntamiento de Valencia presidido por Joan Ribó, que ya tenía ampliamente acreditadas sus veleidades republicanas, acabó años atrás por sacar del baúl de la interesada memoria una cabalgata de reinas magas con la pretensión –del todo vana e inane—de hacerle competencia a los Reyes Magos. Pese no haberlo conseguido ni por el forro, el equipo de gobierno del cap i casal se mantiene mostrenco en sus trece.
En la Cataluña post indepe hay gobiernos municipales, caso de Vic y Manresa, que parecen estar de acuerdo en que los lazos amarillos, que por doquier se cuelgan para reclamar la libertad de los políticos presos (que no de los presos políticos, por más que traten de forzar el orden de los factores) se conviertan en llamativo elemento de sus respectivas cabalgatas de Reyes. No me extraña que traten de manipular de ese modo a la santa infancia si ya vimos que algunos padres descerebrados (a los que, por cierto, no parece que haya molestado la Fiscalía de Menores) pueden llegar a utilizar a sus hijos involucrándoles en barricadas humanas, tal como aparecían en una fotografía de lo más sonrojante y demostrativa del grado de estupidez al que puede llevar ese modo de entender el independentismo. 
Por mucho que lo intenten quienes se esfuerzan por manipular y tergiversar –y lo hacen desde instancias oficiales y con dineros públicos— nuestra historia, costumbres  y tradiciones con la pretensión de confundir a los niños, no lo conseguirán.  No podrán hacer frente a la ilusión, la limpia mirada de los niños, la fascinación que los Reyes han despertado de generación en generación y que esta noche, un año más, felizmente será mágica realidad.