Me reconozco mi buena dosis de patriotismo ontinyentí, pero qué quieren, no puedo ni debo desembarazarme del mismo porque cada vez que lo intento algún paisano hace algo de lo que sentirme feliz y hasta orgulloso. Unas veces será por la agilidad para ponerse a fabricar mascarillas o sacarse del magín una mantaescola. U organizar una espectacular cabalgata de Reyes adecuada a las exigencias sanitarias del difícil y complicado momento que vive nuestra ciudad. 
Qué diferencia entre lo que se ha hecho en Ontinyent (y también en L’Olleria, con los Reyes Magos desfilando en calesas) y la ciudad de Valencia, en donde el alcalde Joan Ribó –agnóstico y republicano, como me hacía ver una amiga con su habitual perspicacia—se quiso montar una cabalgata real para su particular disfrute en las propia dependencias municipales, con los Reyes llegando a bordo de unos autobuses salvados de la quema padecida por otros de la EMT. 
Les supongo enterados de la bronca  que se ha montado entre los miembros del pacto de Botánic (gobierno autónomo) y el pacto del Rialto (gobierno municipal). Todos contra todos, móvil en mano, usado como revólver cargado de tuits, para despellejarse como quinceañeros celosos  y enfurruñados. Manolo Mata que desenfunda. Mónica Oltra (Compromís) contra Joan Ribó (Compromís). El vicepresidente podemita Rubén Martínez Dalmau pidiendo que se averiguase si el Ayuntamiento había tomado “decisiones desafortunadas y pedir en su caso las explicaciones y las responsabilidades oportunas”. 

En un artículo que publiqué anteayer en ABC me permití señalar que si la Real Academia Española indica que el “resultado muy insatisfactorio de algo en relación con lo que se pretende o espera” es la definición de “cagada”, no de otro modo puede calificarse la iniciativa de Joan Ribó y compañía a la hora de organizar su particular cabalgata de Reyes Magos. Y realzo lo de particular puesto que sólo estaba prevista para su particular goce edilicio. Ocurrió que mucha gente vio la movida alrededor del edificio del Ayuntamiento y se congregó apelotonándose para ver de qué iba aquello, con lo que todas las medidas anti covid se fueron a hacer puñetas en un santiamén.
Frente a la incompetencia de Joan Ribó y sus cómplices en el estropicio: Giuseppe Grezzi,  Aarón Cano y Carlos Galiana, contrasta –y conviene resaltarlo—el trabajo concienzudo, bien trabado, y espléndidamente ejecutado, de la Asociación de Amigos de los Reyes Magos, del Ayuntamiento de Ontinyent con el alcalde Jorge Rodríguez y la regidora de Fiestas,  Àngels Muñoz, desdoblándose en pajes,  y entre todos organizar un desfile de más de diez kilómetros recorrido que no excluyó ningún barrio de la ciudad, lo que permitió que sin concentraciones ni aglomeraciones la chiquillería se embelesase de la magia que sólo los Reyes de Oriente son capaces de regalarnos cada año a quienes nos sentimos concernidos por lo que han sido, son y seguirán siendo.
El mismo día en que el presidente de la Generalitat Valenciana anunciaba nuevas medidas para tratar de frenar la expansión del coronavirus, obligando al confinamiento perimetral en el que ya nos hallamos, en Ontinyent se compatibilizaban esas medidas con la celebración de una cabalgata bien pensada y ejecutada, un desfile anti covid. También en l’Olleria su ayuntamiento, con el alcalde Ramón Vidal al frente, puso los medios para realizar una espléndida cabalgata. 
Ché, lo que decía al inicio de este columna, que no veo razones para imponerme una dieta que me rebaje el nivel de orgullo por las cosas bien hechas que se hacen en mi pueblo. Y la de la cabalgata de los Reyes Magos ha sido la última. Por ahora. Que sigamos así es menester. Ah, que no se me olvide: Pese a todos los pesares ¡feliz año! queridos paisanos.