Es lo que tiene el fútbol, ese espectáculo deportivo capaz de levantar tantas pasiones como consigue de lunes a domingo. Y de un extremo al otro del mundo. Un entusiasmo contagioso, que va a más, habiendo extendido su interés hasta el último rincón del planeta. La televisión ha sido la herramienta capaz de mostrar en China un partido de fútbol jugado en Málaga. Y lo más curioso es saber que hay chinos dispuestos a pagar  por ver a dos equipos españoles. Y, pagar mucho más, si el enfrentamiento es entre el Real Madrid de Cristiano Ronaldo y el Barcelona de Messi. En paralelo a la televisión,  apuestas a nivel mundial. Algunas de éstas siguen siendo objeto de investigación policial, como el caso del Eldense
Ese interés por el fútbol hace que puedas ver imágenes de un recóndito pueblo de África, y que ya no te sorprendas cuando te muestren un enjambre de chiquillos disputando un partido, la mayoría de ellos descalzos, pero que alguno luce una camiseta de Messi o de Ronaldo. Urbi et orbe. Pasión futbolera in crescendo, alimentada a diario por programas específicos en emisoras de radio; por periódicos especializados; y con amplios espacios propios en los todos los telediarios. Eso sí, siempre hablando del Real Madrid y del Barcelona por ese orden e interés periodístico y publicitario. Después están todos los demás.
Esa fijación mediática en el Madrid-Barça ha ido restando interés en los equipos de categorías inferiores. El caso del Ontinyent serviría como ejemplo. Al inicio de la década de los sesenta, cuando el Ontinyent consiguió el primer ascenso a la Segunda División, fue necesario dotar al estadio El Clariano de una nueva grada para dar cabida a los aficionados que se habían quedado sin hueco. ¿Qué queda de aquella pasión? En las últimas temporadas ha habido partido que apenas si ha reunido a trescientos seguidores del Ontinyent. Allí sólo se daban cita los más fieles. 
Después de la decepción y mano negra que supuso caer frente el Alcorcón, el Ontinyent entró en estado catatónico. Hace cinco años a punto estuvo de sucumbir frente las deudas y el desinterés. Los hados parecían confabulados en su contra y su economía no era mejor que la de Grecia. Pero resistió. Y en España, el que resiste gana. Lo mismo da que lo dijese Napoleón que lo repitiese Camilo J. Cela. Y así fue como el Ontinyent, conjurándose frente tanta adversidad, aguantó hasta llegar a un final de liga clasificado para disputar y superar tres eliminatorias si quería volver a la Segunda División B. 
Viendo el desarrollo de los partidos que hacían posible, o no, el ascenso, bien pude decirse que la suerte hizo justicia poética con el Ontinyent, que así  quiso vengar la canallada sufrida en Alcorcón. El empate en el Clariano frente al Terrassa, con un gran lleno en el estadio, hacían prever lo peor en el partido de vuelta. Pero, se ganó. La derrota en el Clariano frente al Arcos, con una mejor entrada, era el preludio de la eliminación en tierras gaditanas. Y también se ganó allí. La tercera eliminatoria nos trajo al Alavés B. El gran triunfo en casa, con el Clariano lleno a cormull, hizo concebir las mayores esperanzas. El fútbol, siempre impredecible, nos lo volvió a demostrar en la vuelta. Igualada la eliminatoria hubo prórroga y penaltis. Y ahí surgió la figura de un suplente, Iván Vallés, que paró dos e hizo posible el ascenso.
El Ontinyent CF es ahora una sociedad anónima, con capital mayoritario proveniente de Australia. Sí, de Australia. Cosas del fútbol de hoy en día que pueden parecernos incomprensibles. Nada que ver con aquellos orígenes de la Peña Ideal, embrión de lo que luego sería el Ontinyent. 
Estamos en Segunda B. Bien. Muy bien. Lo mejor que tiene el Ontinyent, hoy por hoy, es una afición joven que viene a insuflar nuevos ánimos a aquellos fieles veteranos que nunca dejaron, por muy pocos que fuesen, de mostrar su apoyo a un club y un equipo que resistía. El que resiste, y una vez más ha quedado ratificado, gana.