“Desbordado”. Así dice estar el empresario al que le pregunto por la fabricación de mascarillas. “No te puedo atender ahora, te llamo luego”, dice otro de los fabricantes que también está metido en este absorbente cometido. “No damos a abasto”, trata de justificarse un tercero. No me atrevo a preguntar por el clúster del textil sanitario sobre el que existe un compromiso de creación y puesta en funcionamiento. Parece ser que sí que el asunto “progresa adecuadamente”. 
Hay elogios a la iniciativa, incluso por parte de algunos medios de comunicación capitalinos que no suelen estar muy al tanto de la capacidad de iniciativa que se desarrolla por estos lares. 
Coinciden los empresarios de Ontinyent y comarca, los que se han empeñado en hacer frente a la carestía nacional de mascarillas con un notable esfuerzo inversor, tecnológico y humano, que los parabienes y aplausos recibidos por parte de las autoridades autonómicas no han pasado de eso, de reconocimientos que son de agradecer pero que más lo serían si se viesen acompañados de las ayudas o subvenciones que en este caso estarían más que justificadas.
Se atribuye al presidente de los Estados Unidos de América John F. Kennedy la frase “el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”. En el caso de la fabricación de mascarillas made in Ontinyent bien podríamos readaptar la expresión kennedyana  y dejarla en “el clúster sanitario valenciano tiene un padre y muchos padrastros”. Porque aquí sí ha habido quien ha hecho una apuesta clara y decidida, llámese Jorge Rodríguez, porque el clúster sanitario fuese una realidad, de modo que antes que después hiciese posible que varias empresas, como así ha ocurrido, se pusiesen manos a la obra y fabricasen mascarillas por cientos de miles. Que buena falta que siguen haciendo para un paisanaje desprotegido.


¿CÓMO HAY QUE TRADUCIR “SUPORT”?
En un medio digital que goza de amplia capacidad de lectura entre el empresariado como es Valencia Plaza, una articulista, Vansesa Campos, se refiere a la iniciativa empresarial del clúster en estos términos: “Un escenari de preus a l’alça amb escacessetat i desabastiment com el que tenim als mercats internacionals, és una oportunitat per a que nous productors s’incorporen. Tant és així que quan el mecanisme de mercat funciona, amb escassetat i alça de preus s’incorporen noves empreses a la producció. Entre aquestes empreses que han mostrat el  seu interés i s’han posat en marxa hi ha les empreses valencianes del cluster tèxtil. Bona part de la classe política valenciana, amb el M.H. President de la Generalitat Valenciana al capdavant han sabut llegir encertadament l’escenari i han manifestat el seu suport al llançament d’un cluster textil”.
Está bien eso de “bona part de la clase política valenciana ha sabut llegar ”. Hermosa declaración de intenciones pero que no se sabe cuál es el resultado tangible de esa lectura, ni cuál es la traducción exacta de “han manifestat el seu suport”, porque que yo sepa – y por querer saber he preguntado – aquí no han faltado las buenas palabras e incluso pronunciamientos tan conocidos como fatuos tipo “això ho pague jo”, pero que tendrían continuidad en otra frase muy concluyente: “Sí, però de forment ni un grà”. 
En el momento en que “suport” se traduzca en ayudas concretas al textil sanitario valenciano, será el momento de volver sobre el asunto y hacerlo saber aquí, en estas páginas, y allí y allá donde convenga.

AHORA, OBLIGATORIAS
Durante semanas escuchar las opiniones de quienes se decían eran expertos –con más de un cantamañanas camuflado de doctor—no hacía sino marear al personal. Con la misma rotundidad y firmeza se escuchaba que no había necesidad alguna de usar mascarillas como que era del todo conveniente ponérsela, casi casi como si de una reactualización de la campaña  del “póntelo, pónselo” se tratase. 
Pero, metafísicamente resultaba imposible ponerse mascarilla en España por la sencilla y concluyente razón de que no las había en el mercado. Como siempre suele ocurrir cuando se produce una desgracia no han faltado hienas carroñeras dispuestas a hacer negocio a costa de la salud ajena. Súbito encarecimiento de las mascarillas y guantes. Y torpe, como no podía ser de otra manera siendo un comunista que añade a la ideología sus pocas luces, el autor del decreto garzonita que obligaba a las farmacias a vender las mascarillas a 0,96 (IVA incluido). Una decisión que vino a complicar más la carestía de ellas.
Después de tantos días marcados por la contradicción de ser recomendable el uso de la mascarilla a poco menos que proscribirla por perniciosa, compareció el pasado sábado, 2 de mayo, el todavía presidente del Gobierno para anunciarnos que el uso de las mascarillas sería obligatorio a partir del lunes siguiente para todos los usuarios y usuarias del transporte público.

¿Ponía fin el anuncio del doctor Sánchez al debate sobre la conveniencia o no de ponerse la mascarilla? Eso parece, pero no lo demos por seguro porque si por algo se caracteriza el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es poder decir una cosa y su contraria en menos de veinticuatro horas. La razón de la obligatoriedad –más allá de la conveniencia dictada por los verdaderos expertos—la determinaba el hecho de que, al fin, cuando el confinamiento ya ha superado los cincuenta días y las cincuenta noches, existían mascarillas suficientes para que la obligatoriedad no rozase la estulticia caso de no haberlas a disposición de todos los viajeros.
Lo de la obligatoriedad de uso de guantes queda para más adelante. Más o menos cuando el mercado se vea reabastecido de los mismos.

DESCONVOCATORIA A TIEMPO
He  recordado en un artículo que he publicado este martes en ABC un hecho que había pasado casi desapercibido a la opinión pública, pero que pudo tener graves consecuencias para la clase periodística valenciana. La cena anual en la que el CSIF hace entrega de los Premios de Periodismo de la Comunidad Valenciana se celebró este año el 27 de febrero. Ojo a la fecha. En esta ocasión fue notable la ausencia de representantes del diario Las Provincias salvo la de Beatriz de Zúñiga, que recogió uno de los tres galardones que se conceden. Nadie más en representación del diario decano acudió, ni siquiera su director, Julián Quirós, que unía su condición de premiado en anteriores ediciones  la de ser en la actualidad miembro del jurado. Habían decidido no acudir de modo bien previsor, porque ya un colaborador del diario, Kike Mateu, que había regresado infectado del viaje a Milán siguiendo al Valencia CF, podía haber contagiado ya a otros miembros de la redacción y éstos ser portadores de la infección a los asistentes a la cena. Una excelente idea la de no acudir porque pudo haber sido el inicio de una cadena con contagios, una verdadero tragedia periodística.
En el caso de Ontinyent y en fecha posterior a la comentada, también hubo quien tomó la sabia decisión de suspender la celebración de su cumpleaños, a la que habían sido convidadas varias decenas de amigos, conocidos, colaboradores, más de un centenar de ontinyentins y albaidins. 
El sentido de la responsabilidad, el más común de los sentidos, aconsejó la suspensión. El cumpleañero todavía debe estar felicitándose por lo acertada que fue su decisión. Y los invitados, también.