Los ministros de las últimas hornadas sanchistas pueden sorprenderte con decisiones a cuál de ellas más extravagante. O con declaraciones de lo más inapropiadas como las de Óscar Puente. O las decisiones del titular de Cultura, Ernest Urtasun, anunciando la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia, instituido que fue en su día por aquel iluminado que fue presidente del Gobierno de España. Y no lo fue  por accidente sino por un atentado que cambió sustancialmente el sentido de miles de votos, que en las vísperas no parecía que iban a ser para él. Pero los tuvo.  Y los que se meten en las urnas son los que cuentan de verdad y no las elucubraciones previas de los tezanos.
Rodríguez Zapatero fue un presidente nefasto al que, en honor a la verdad, se le deben reconocer algunos aciertos. Que los tuvo, como la batalla legal que emprendió, y con éxito, en contra de que se siguiese fumando en bares, restaurantes y locales cerrados. Y la creación de la UME (Unidad Militar de Emergencias). Suya fue, también, la instauración del Premio Nacional de Tauromaquia, que el actual ministro de Cultura ha decidido suprimir. 
Un anuncio que hizo una hora antes de que desde su ministerio se preguntase a la plebe si era partidario o no de las corridas de toros. Como si la opinión ciudadana le importase algo más que una higa.

El domingo día 5 hubo corrida de toros en la plaza de Bocairent. Tenía decidido asistir desde que tuve conocimiento del cartel, que ofrecía como alicientes tanto la presencia del joven rejoneador y paisano Pablo Donat, como de los diestros José Mari Manzanares y Daniel Luque. Pero caso de no haberme sentido interesado, el anuncio antitaurino del ministro de Cultura se hubiese convertido en un acicate para acudir a Bocairent.

Y no me arrepentí de ninguna de las maneras. Provisto de un mullido cojín, indispensable salvo que se quiera llevarse en las posaderas el tatuaje que la piedra proporciona. Fue una corrida con su interés por la complicidad que el paisano Donat consigue, tanto por su maestría en el manejo de unas elegantes y adiestradas monturas como por su progresión torera. También por los segundos toros de Manzanares y Luque, que cortaron orejas por partida doble. Y por la contribución de la Societat Musical Vila de Bocairent, dirigida por el ontinyentí Miguel Ángel Sarrió. 

Para que la taurina tarde, la primera en que ya se notó la presencia de un calor que llegó saltándose los cánones de la primavera, tuviese un aliciente más, la famosa Carmen Lomana –mis conocimientos de la socialité me impiden concretar cuáles son sus títulos, oficios y beneficios— hizo acto de presencia, siendo acogida por parte del público con un murmullo de curiosidad y expectación. La señora, cuya hierática seriedad es conocida, accedió a posar con cuantos se lo pidieron y lo hizo sin mostrar malas caras.

Una vez anunciada la supresión del premio taurino, la primera reacción que conocimos fue la  del presidente socialista, y pese a todo también sanchista, de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, que ha anunciado la creación de un premio que vendrá a ocupar el hueco que deja el suspendido galardón decidido por el podemita Ernest Urtasun. Otros presidentes autonómicos también le han salido al paso, de modo que la Tauromaquia pasará de tener un premio nacional a varios autonómicos.
La polémica sobre los toros es vieja en España. Nadie está obligado a ir a los toros ni a ponerse a correr delante de ellos, en los Sanfermines, o en nuestro bou embolat. Pero, la tentación de prohibir por parte de quienes es lo único que saben hacer, es mucha. Y ahí ha estado el ministro de Cultura para hacer una de las suyas, que están siendo pocas, y tal vez sea mejor así.